Columnistas
Martes 23 de febrero de 2021
La otra emergencia: la educacional
María José Uauy: “…la comparación de los resultados promedio de los menores evaluados en el 2020 respecto de los resultados en la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (ELPI, 2017) indica retrasos importantes en distintos dominios del desarrollo infantil…”.

Es el caso de lo observado en educación. El congelamiento formativo en colegios y liceos, las desigualdades en el acceso a internet, las dificultades para normalizar las clases a todo nivel son elementos que tendrán efectos de largo plazo. Y, por cierto, en materia de primera infancia —período crítico del desarrollo del ser humano— la debacle puede ser de proporciones. Como la evidencia ha demostrado, las habilidades crean habilidades, particularmente en los primeros mil días del desarrollo infantil (Heckman, 2008). Entonces, a pesar de que niñas y niños pequeños no son considerados como grupos de alto riesgo frente al covid-19, la evidencia indica que situaciones de adversidad y estrés tienen el potencial de afectar la arquitectura del cerebro que aún se desarrolla. Entonces, cualquier medida que permita rápidamente contrarrestar el efecto negativo de la pandemia en esa etapa parece prioritaria.
En función de esta realidad, el Centro de Encuestas Longitudinales de la Universidad Católica desarrolló un estudio donde se evaluó a un grupo de 240 niño(as), con edades entre los 40 y 58 meses de edad, durante los meses de noviembre y diciembre recién pasados, todos residentes de comunas de alta vulnerabilidad. En lo que representa una innovación importante respecto de otras iniciativas de este tipo, el trabajo de evaluación fue realizado en forma presencial asegurando, por supuesto, todas las medidas sanitarias requeridas por la autoridad. Esto permitió una comparación directa con instrumentos de medición del desarrollo infantil disponibles en menores residentes del territorio nacional de la misma edad, pero en años anteriores.
A pesar del tamaño muestral, la comparación de los resultados promedio de los menores evaluados en el 2020 respecto de los resultados en la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia (ELPI, 2017) indica retrasos importantes en distintos dominios del desarrollo infantil. Esto se observa incluso luego de controlar por el nivel socioeconómico, características de los padres y comuna de residencia. En particular, se documenta una brecha estadísticamente significativa en las pruebas de vocabulario, desarrollo general y socioemocional. En términos técnicos, los resultados indican que, por ejemplo, en la prueba de vocabulario (TVIP) los menores evaluados el 2020 tienen un desempeño 0,28 desviaciones estándar por debajo de menores de similares características, pero evaluados el 2017.
Para ponerlo en contexto, la evidencia indica que un año de escolaridad de la madre puede aumentar el resultado de vocabulario de los niños en 0,05 desviaciones estándar (Schady, 2011). De ser así, los resultados obtenidos en la muestra del 2020 serían equivalentes a restar cinco años de escolaridad a las mamás.
Si bien la muestra es pequeña y, por tanto, no necesariamente representativa de toda la realidad nacional, sí llama a reflexionar. Evitar el costo que significa esta catástrofe educacional no pasa solamente por abrir los colegios y asegurar el retorno de los educadores a la sala de clases. Eso, aunque parece hoy complejo, es la parte casi mecánica del asunto. Y es que a más vacunados, menor la justificación de mantener la educación en el congelador. ¿Qué educación?: ¿la pre-covid? Por supuesto que no. Con la rápida vacunación no se termina la crisis, sino que comienza el nuevo desafío de batallar con el retraso educacional que el covid-19 nos dejó.
Para abordar el tema y reducir las desigualdades, Chile requerirá acciones rápidas y bien planeadas. Junto con el retorno gradual al proceso de formación, la educación tendrá que ajustarse a las nuevas realidades y necesidades. Esto necesitará de la colaboración y confianza de docentes, familias y centros educativos públicos y privados. Nuevas prácticas e innovación serán indispensables. Los educadores deben prepararse para este proceso, pues serán los responsables de cortar las brechas. Este conjunto de acciones debe ser el primer desafío nacional pospandemia.
María José Uauy
Fundación Liguria