El prestigioso periodista Julio Salviat comentaba que para él no hay dudas de que el modelo Colo Colo versión 2020 es el peor equipo albo de la historia. Con su acabado conocimiento, y sin haber visto por cierto a esa escuadra, Salviat aseguró que el actual es incluso inferior al de 1945, que solo se salvó matemáticamente de jugar un partido de definición frente a un rival amateur para evitar un teórico descenso a tres fechas del final del torneo (y no por una ayuda externa o por “pagar”, como comentan los ignorantes).
Salviat hizo una precisión importante: se refería específicamente al equipo dirigido por Gualberto Jara porque, a pesar de que con Gustavo Quinteros Colo Colo ya había perdido por goleada ante Unión Española y había sido eliminado de la Copa Libertadores a manos de Jorge Wilstermann, él tenía la impresión de que “algo” de mejoría había mostrado el equipo con el nuevo DT.
Claro, dos partidos han jugado desde aquella reflexión (empate ante Everton y derrota con Iquique) y la percepción puede haber cambiado. Sin embargo, es posible pensar que no, que ese “algo” que se visualiza en forma muy precaria y poco consistente puede ser, a la larga, el elemento que logre que los albos salgan del pozo negro en el que se encuentran ahogados hoy.
Quinteros ha dado muestras de entender muy rápidamente las carencias y debilidades de su equipo: es un plantel físicamente mal trabajado, sicológicamente tocado y futbolísticamente desequilibrado. Como DT debe atacar todas estas deficiencias en forma paralela. Y así lo ha hecho.
En lo físico, Quinteros ha optado por tratar de equilibrarlos a todos. Consciente de que debe dar batalla dura con un calendario apretado in extremis, el entrenador ha optado por darle minutos a todos los jugadores conforme se han ido recuperando de sus lesiones e incluso al grupo de jóvenes. Todos deben estar finos.
En lo sicológico, Quinteros ha evidenciado un cambio en su discurso público, lo que revela su intención de subir la moral interna. La goleada que le propinó Unión fue un punto de inflexión. Tras ese partido, el entrenador dijo que su equipo no estaba para jugar 90 minutos al ritmo que él quería y fue crítico por la merma del segundo tiempo. Seguro que eso dolió y se conversó internamente porque, de ahí para adelante Quinteros cambió su discurso frente a los medios echándose él la culpa por una derrota (en la Copa Libertadores), valorando a los jugadores que tiene más que la necesidad de traer refuerzos o, derechamente, aplaudiendo el juego en otra derrota lamentable, ahora a manos de Iquique.
En lo futbolístico, es un hecho que pese a que gran parte de los jugadores pasa por un momento bajísimo (Cortés, Opazo, Insaurralde, De la Fuente, Provoste, Valencia) y hay bajas por lesión que limita variantes (Fernández, Blandi, Bolados, Zaldivia, a los que se sumaba Mouche, Barroso y Morales hasta la semana pasada), Quinteros ha tratado de darle ciertos tips: no salir con pelotazos largos, ampliar la cancha por los costados, ser un equipo más corto, tratar que alguien filtre pelotas…
Claro, por ahora las debilidades y falencias están primando.
Pese a todo y aunque parezca extraño decirlo, hay ciertas luces que si bien no son por ahora signos de recuperación, por lo menos demuestran que el fondo ya fue tocado y que lo peor de lo peor ya lo vimos.