El Mercurio.com - Blogs : La semana política
Editorial
Domingo 25 de octubre de 2020
La semana política
La de hoy es una oportunidad para que las grandes mayorías expresen en los hechos, con su concurrencia a las urnas, la convicción de que solo los caminos institucionales y la fidelidad a las reglas convenidas pueden ser admisibles.
Plebiscito, jornada trascendental
Luego del que ha sido el año más difícil en tres décadas de democracia, el país se apronta a dar un paso decisivo en los esfuerzos por encauzar institucionalmente la crisis desencadenada a partir de los violentos sucesos del 18 de octubre de 2019. Precisamente ese fue el sentido del acuerdo político que permitió la realización del plebiscito de hoy: ofrecer a la ciudadanía la posibilidad de canalizar en un proceso constitucional, sin rupturas y dentro de un marco convenido, las inquietudes, malestares y desencuentros que tan severamente han dañado nuestra convivencia. Nada sino el compromiso ciudadano con este proceso y la responsabilidad de los distintos actores puede asegurar el logro de ese objetivo.
No es difícil albergar reservas.
El camino recorrido desde la madrugada del 15 de noviembre ha abundado en acciones y actitudes en que muchos de sus propios firmantes han parecido empeñados en desmentir el espíritu de lo suscrito. Tampoco se han cumplido las expectativas de que ese acuerdo significaría el fin de la violencia que tan duramente ha asolado al país. Los graves desmanes del domingo pasado fueron una dramática constatación. Pero es precisamente la jornada de hoy una oportunidad para que las grandes mayorías expresen en los hechos, con su concurrencia a las urnas, la convicción de que solo los caminos institucionales pueden ser admisibles. Constituye, por lo mismo, casi una redundancia enfatizar la legitimidad y sentido democrático de todas las opciones en juego. No será en el triunfo de una u otra que se definirá el éxito del proceso en que el país busca encarrilarse, sino en la propia forma en que este se desarrolle, en su capacidad de convocar e integrar a los distintos sectores, y en la fidelidad a las premisas y reglas acordadas.
Resultaría una ingenuidad no advertir las inmensas dificultades y riesgos que se enfrentan, precisamente porque ninguna de las referidas condiciones está hoy asegurada. Particularmente compleja es la persistencia de actores que relativizan su compromiso institucional, y que siguen apostando a las vías de hecho para obtener el poder y la influencia que no han logrado en las urnas. Es, sin duda, relevante el papel de la sociedad civil y de las múltiples formas en que ella pueda organizarse y manifestarse, pero no pueden estas sustituir el valor del voto y de los mecanismos democráticos que el país se ha dado, únicos que permiten la expresión igualitaria de todos los ciudadanos. La consigna “con un pie en la calle y otro en la institucionalidad” supone, en el fondo, subordinar la lealtad democrática a la capacidad de presión para imponer determinadas agendas. En su grado extremo, ha sido esa también la lógica que ha llevado a algunos a mantener actitudes ambiguas frente a la violencia. Es de esperar que el rechazo transversal que generaron los hechos del domingo pasado marque un punto de inflexión en esta materia. No es posible ninguna discusión razonable —ni en el ámbito constitucional ni en cualquier otro— bajo la amenaza de la fuerza.
Las campañas: ¿un voto informado?
Deben valorarse los esfuerzos que el mundo académico ha desarrollado a propósito de este plebiscito. En universidades y centros de estudio se han llevado a cabo intercambios de posiciones y esfuerzos por identificar puntos de acuerdo y discrepancias en materia constitucional. En contraste, las campañas políticas han mostrado una pobreza inversamente proporcional a la trascendencia de la decisión que deben adoptar hoy los chilenos. Más allá de la repetición de eslóganes y de promesas sociales imposibles de cumplir por una Carta Fundamental, no ha habido un real debate ciudadano en torno al ordenamiento vigente y las razones por las cuales podría o no convenir al país una decisión tan drástica como la de sustituirlo por completo.
Especialmente lamentable ha sido lo ocurrido con la franja de propaganda televisiva, transformada en un espacio de afirmación de su identidad por colectividades políticas y un abigarrado conjunto de organizaciones de diverso tipo. Su escasa contribución a la posibilidad de un voto informado —llegando al extremo de difundir noticias falsas— exige una discusión sobre el sentido de seguir imponiendo esta carga a los canales.
Hashtag inquietante
Tal vez más revelador que las descalificaciones que suelen prodigarse en las redes sociales, sea el hashtag que —acompañando un video protagonizado por los personajes de una serie de TV— han reproducido entusiastamente dirigentes políticos e incluso un excandidato presidencial. En él se expresan las “ganas” de cambiar el país, calificando luego a este con un grosero adjetivo. Tal vez pensada como un coloquialismo, inevitablemente la expresión denota un desprecio radical y ofensivo hacia lo que es hoy Chile, que trasciende la mera crítica.
Más allá de la diferente valoración que pueda hacerse respecto de lo logrado por el país durante estas décadas, ninguna “casa de todos” podrá ser construida desde el desdén o desde pretendidas superioridades morales. Lejos de ello, si un ánimo debiera caracterizar la jornada de hoy, debiera ser el del diálogo y el reconocimiento a la legitimidad de las diferencias.