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Editorial
Sábado 24 de octubre de 2020
Vox, el PP y una censura frustrada
Casado dio un paso decisivo en su estrategia centrista y marcó un quiebre en la derecha.
Más ha complicado al gobierno de Pedro Sánchez en España el agresivo rebrote del coronavirus que la moción de censura en su contra presentada por Vox. Rechazada por una mayoría abrumadora en el Congreso, la censura nunca tuvo opciones de prosperar, y la negativa del Partido Popular a respaldarla fue la noticia más trascendente.
En efecto, el líder del PP, Pablo Casado, mantuvo durante días la incógnita de cuál sería el voto de sus diputados. En un fuerte discurso arremetió en contra del promotor de la censura, Santiago Abascal, número uno de Vox, cuyo objetivo, más que botar a Sánchez, parecía ser disputarle a Casado el liderazgo opositor. Vox nació escindido del PP, y desde hace dos años le ha quitado cuatro millones de votos, que los populares intentan recuperar.
Y a eso se dirigió el discurso de Casado, durísimo en lo personal contra Abascal, pero tendiendo una mano a los votantes que —en su análisis— migraron más por rechazo a los escándalos de corrupción en el PP que por un asunto ideológico: “no merecen pasar por radicales o extremistas... no merecen ser utilizados para una agenda que aleja la alternativa centrada y ganadora”. A Abascal lo atacó especialmente por la falta de contenido de su moción de censura y del programa de gobierno que presentaba ante el Congreso. Casado le espetó populismo, antieuropeísmo y, sobre todo, el haber ayudado a que Sánchez se afianzase en el poder: “usted ofrece a la izquierda una garantía de victoria perpetua”.
La apuesta de Casado fue situar al PP en el centro político, del que se había alejado en las últimas elecciones. La prensa española destacó que hubiera roto con Vox y perfilado su partido de vuelta a un espacio que él definió como liberal reformista, plural, de economía abierta y “de vocación europea y atlantista”.
Por supuesto que sus palabras se dirigieron también contra el PSOE y su coalición con Podemos, a “su fracasada gestión”, a su “trienio negro”, pero su primer objetivo fue Vox. Con ese discurso, Casado no solo descolocó a Abascal, sino a Sánchez y más aún a Pablo Iglesias, quien recela de un PP que se acerque al PSOE, porque eso lo puede dejar fuera del gobierno. Sánchez, a su vez, inmediatamente llamó al líder popular a negociar el polémico tema de la reforma judicial, criticada por la oposición y por la Unión Europea, que la considera un atentado a la independencia de ese poder del Estado.
Casado ha venido impulsando este giro centrista desde hace meses, con medidas como la remoción de la carismática Cayetana Álvarez de Toledo como vocera de los diputados del partido, y en paralelo con el declive de Ciudadanos, que pretendió erigirse como nueva y renovadora fuerza liberal. Ahora el líder del PP aparece empeñado en liderar una oposición pragmática y con reales opciones de desplazar al PSOE. En ese escenario, sin embargo, la ruptura con Vox da cuenta de un quiebre en la derecha española, cuya evolución es por ahora una incógnita.