En mi columna anterior destaqué lo determinante de la posición y carácter de los establecimientos educacionales en La Serena, consignados en el proyecto de reforma y reconstrucción del Plan Ulriksen y Prager.
Pero la concreción de ese plan como proyecto no quedó limitado a las infraestructuras culturales. Incluyó diversos equipamientos de servicios y espacios públicos, además de la protección y renovación de los bienes del pasado, entendidos como piezas de su identidad urbanística.
Por otro lado, la transformación de la ciudad era el primer caso propuesto dentro de un Plan de Fomento Económico para las Provincias de Chile, promovido por González Videla como política de descentralización territorial del país en las ciudades de tamaño medio. A tales efectos, se elaboraron dos documentos de ordenación: el Plan Regulador Regional y el Plan de Urbanización de La Serena.
El acierto de esta estrategia fue comprender la ciudad en la gran escala de la forma geográfica de la bahía de Coquimbo y sistema de centros poblados, imbricada con la escala intermedia y pequeña del tejido urbano fundacional de calles, plazas, manzanas y episodios de valor especial.
De este modo, el enfoque multiescalar de una nueva centralidad, que otorga servicios a la población de la provincia y es parte del desarrollo económico, político y cultural de la región, se articula con edificaciones de culto e interés patrimonial en la ciudad existente y el tratamiento detallado de nuevos equipamientos y áreas libres, configurando una sola unidad de composición sobre el sistema de permanencias del lugar y atributos del territorio.
La singularidad arquitectónica del manzanero central localizado en una posición topográfica estratégica sobre el paisaje circundante, no solo dotó de una imagen potente y una calidad de la trama para el recorrido peatonal, sino que potenció el sistema intercomunal en que participa esta centralidad.
El rol del Estado y la capacidad municipal fueron notables, pero, sin duda, la existencia de una política pública compartida con la memoria local resultó crucial en los estándares dotacionales y dimensiones de las obras , explicando –para quien se mueva por esta capital regional– su encanto como destino privilegiado para vivir.
Con La Serena se comprueba el valor que ha tenido la planificación como guía en la construcción de la ciudad, y la declaración de Zona Típica en 1981 consolidó un camino con sentido cultural para su futuro.
José Rosas V.
Arquitecto