Daniel Mansuy ha construido una columna sobre la base de una frase que pronuncié, con una dosis de humor, en una entrevista radial, donde, refiriéndome a la inscripción a última hora de un pacto electoral por parte del Frente Amplio (FA) —mientras aún negociábamos con sus representantes—, expresé que habíamos sido dejados “como novio o novia a pocos metros del altar”.
Mansuy pregunta: “¿Cuáles eran las expectativas de Heraldo en el altar?”. Le respondo: sencillamente, las de lograr un acuerdo electoral para efectuar primarias legales en todas las regiones del país, sin blindajes u omisiones, para escoger a los candidatos de la oposición a las elecciones de gobernadores regionales de abril próximo. Nada más. Es decir, se trataba de un compromiso de transparencia y democracia para un evento electoral concreto, no de un acuerdo estratégico ni programático.
La centroizquierda chilena históricamente ha sido plural, alejada del “pensamiento único”, marcada por muchos partidos y movimientos y, a veces, por momentos de dispersión como los que hoy vivimos. La unidad ha sido un tema reiterativo de la centroizquierda plural.
Quizás Mansuy no ha leído que vengo proponiendo desde hace tiempo que la oposición debiera abordar sus relaciones a través de una “geometría variable”, que comprenda acuerdos de diverso alcance: desde entendimientos meramente electorales, pasando luego por compromisos programáticos que requerirían consensuar plataformas de ideas, hasta acuerdos estratégicos que implicarían coaliciones de largo aliento, con programas y valores compartidos.
Para las elecciones de gobernadores se requiere la mayor unidad, pues estos pueden ser elegidos por un 40% de los votos; y si la oposición va dividida, la derecha en una sola lista puede llevarse una mayoría de esas gobernaciones. Por lo tanto, era necesario intentar la mayor unidad posible.
La izquierda socialdemócrata tiene su propia visión estratégica, basada en el impulso a cambios estructurales hacia un Estado de Bienestar, o a las instituciones económicas de la justicia en línea con lo que ha postulado el filósofo John Rawls.
Claro, los cambios estructurales que el país necesita no se conseguirán sin acuerdos, sin mayorías ciudadanas. Un cambio tranquilo, un cambio en serio, requiere concordar un gran Pacto Social para imaginar no solo el Chile del próximo gobierno, sino el país preferido hacia 2030, con las reformas estructurales imperativas, con la justicia tributaria para sustentarlas y con las medidas para estimular el crecimiento y la creación de empleos. El país cambió y las reformas profundas no admiten demoras. Sin acuerdo sobre un nuevo modelo de desarrollo no habrá camino de futuro para Chile.
Me siento orgulloso de los logros de la transición. Desafiamos al poder y el país se transformó de manera radical desde 1990, en términos económicos, sociales y culturales. Pero soy autocrítico de lo que no hicimos, de lo que tuvimos temor de hacer o de lo que los poderes fácticos y la actual Constitución nos impidieron hacer. No soy nostálgico de la ex-Concertación o de páginas del pasado que no volverán. Pero la autocrítica no es abdicación, como aparentemente cree Mansuy. El apego al pasado que se le pide a la centroizquierda es una obsesión de la derecha, no del progresismo. Las respuestas del pasado ya no funcionan hoy; se necesitan nuevos contenidos ante las nuevas realidades.
El Frente Amplio parece no saber exactamente lo que pretende, ya sea por inmadurez o porque en su seno convergen ideas muy disímiles, lo cual a menudo los hace zigzaguear en sus opiniones políticas. Es diferente la postura del Partido Liberal que la del resto de los partidos del Frente Amplio, para solo dar un ejemplo.
Llegar a un acuerdo electoral con el Frente Amplio o con cualquier otro conglomerado de la oposición no significa renunciar a la posición de la izquierda socialdemócrata que busca impulsar los cambios con gobernabilidad que resultan esenciales para el país. La izquierda democrática no renunciará a pilares como el respeto a los derechos humanos y la democracia, el combate a las desigualdades y la regulación del mercado para hacerlo responsable con una lógica de comunidad.
Y qué mejor demostración de que no esperamos al Frente Amplio en el altar de los acuerdos electorales, que la inscripción del pacto Unidad Constituyente, que agrupa a seis partidos y que realizará primarias en las 16 regiones, en tanto el Frente Amplio lo hará solo en cuatro regiones.
Que Daniel Mansuy no se confunda. La izquierda democrática sabe con quién y con qué visión llegará hasta el altar de la democracia con justicia social.
Heraldo Muñoz