Señor Director:

El periodista Amaro Gómez efectúa una crítica al artículo de Carlos Peña (“El circo en llamas”), al que califica como una columna “circense”. Su argumento de fondo se refiere a que siempre es bueno contar con una cuota de humor por parte de los personajes públicos. ¿Quién podría argumentar en contrario? Muchos políticos chilenos han dejado recuerdos de dichos o actos que pusieron de relieve su nivel de empatía. El problema es cuando la entretención se hace un modo de hacer política y cuando el personaje público vive solo para farandulizar temas de política pública. O cuando, como en el caso del pretendido abrazo de Maipú protagonizado por dos figuras televisivas que ejercen o han ejercido cargos públicos, se distorsiona la historia nacional.

A los chilenos esto debiera importarnos, pero mucho más el hecho de que la figuración pública se aleje del propósito educativo que siempre deben envolver los actos de personajes públicos.

Es cierto, como argumenta Amaro Gómez: no debemos perder de vista los retos que se nos vienen en torno a discutir sobre nuestra institucionalidad republicana. Pero esto no requiere festivales de risas ni actos joviales, sino una seria discusión en base a ideas y principios.

Prof. Luis A. Riveros