Arturo Vidal se convirtió ya en nuevo jugador de Inter de Milán (el sexto chileno que se pondrá esa camiseta) y es de suponer que a los 33 años llega a la escuadra italiana no como una pieza más del equipo, un refuerzo como otros, sino que como un líder, una especie de farol.
Es obvio pensar que así sea. La insistencia del entrenador Antonio Conte por contratarlo no tiene solo como fundamento las capacidades futbolísticas del chileno —que bien las conoce desde que se toparon en Juventus— sino también el convencimiento de que Vidal puede traspasar a sus compañeros un alto grado de agresividad y “hambre” que fue lo que le faltó a Inter la temporada pasada para dar el zarpazo tanto en la liga italiana como en la Europa League.
Hay que decirlo con todas sus letras. Si bien tuvo ciertos momentos de esplendor, Inter fue, en general, un equipo frío y, a ratos, abúlico.
Claro, no es que el problema haya sido solo de los jugadores. Conte tenía en sus filas al uruguayo Diego Godín que podría haber hecho esa labor de guía. Pero el entrenador nunca conectó con el zaguero venido de Atlético de Madrid: el cambio posicional al que lo sometió y esa obsesión de Conte por realizar transformaciones constantes en la línea defensiva terminó por enfriar la necesaria interacción y dejó a Godín sin opciones de liderar el equipo y al entrenador sin un mariscal de campo que empujara a sus compañeros en los momentos de mayor tensión competitiva.
Lo pagó caro Inter.
Arturo Vidal puede cambiar eso. Porque si bien a estas alturas de su carrera él está convencido de que su lugar en la cancha debe ser cerca del arco porque es ahí donde explota alegremente todo su fútbol, tiene la flexibilidad —al menos así lo ha mostrado en los clubes en que ha estado— para transformarse ya sea en un recuperador de balones, en un contenedor y hasta en uno más de la línea de defensores si así lo requiere el equipo. Y eso bien lo sabe Conte.
No es todo. El chileno, sin tener características de buen componedor (más de un ejemplo consta de ello), tiene la capacidad para aglutinar en torno a él personalidades fuertes y diversas en la interna del camarín. Es decir, no es que Vidal asuma eficazmente el rol de “primus inter pares” (como sí lo hace, por ejemplo, Claudio Bravo) pero sí puede erigirse en momentos de estrés como catalizador y así poner en fila tras un objetivo común a tipos de alto nivel egocéntrico (como Lautaro Martínez) o de gran emotividad (como Alexis Sánchez). Vidal empuja y el carro se mueve...
Claro, Arturo Vidal no llegó a Inter para ser solo el símbolo de la unidad o la “mano derecha” del DT a la hora de los ordenamientos en la cancha. Debería ser también un eje central en el mediocampo interista que, según lo mostrado en la versión de Conte, requiere de agresividad, de penetración, pero también de capacidad para enfriar el juego, conceptos que, por cierto, maneja a la perfección el jugador formado en Colo Colo.
¿Será Vidal, a la larga, el gran actor de los cambios que requiere Inter? ¿Alcanzará a ser el jugador que necesitaba Antonio Conte para definitivamente construir su proyecto triunfador?
Todo pareciera indicar que así podría ser.
Vidal sigue siendo un jugador necesario para cualquier equipo.