No hay que ser muy ducho en la materia para decir que el Superclásico del domingo fue de mediocre para abajo. Con dos equipos que hoy tienen argumentos precarios en su búsqueda de la mínima consolidación, no fue sorpresa que lo exhibido en el Nacional fuera apenas un partido para llenar el historial estadístico. El del notable Esteban Paredes, para empezar.
Lo curioso es que se hayan creado expectativas distintas y que, por ello, se hable de frustración y desengaño. ¿Y qué querían los que se instalaron a ver el partido el domingo? ¿Ver a los alemanes? ¿Observar si el “Guardiolismo” de Caputto era capaz de sobrepasar el enraizado “manual tipo Mourinho” de Jara? ¿Acaso alguien apostaba a que emergería de la nada el fútbol directo tipo Klopp o la presión de Flick en Ñuñoa?
Porque si era así, se entendería la frustración porque azules y albos, por mucha buena voluntad que puedan tener, están a años luz de la alta norma internacional. Son dos equipos chiquititos en términos de propuestas, en un medio muy dado a las caricaturas (todos son "Bielsistas") pero que, en realidad, solo tiene en su nómina entrenadores que son prestidigitadores, magos que con poquito quieren hacer algo para salvar la plata.
El problema no fue que la U y Colo Colo se aburguesaran o, como se ha dicho tanto y tan erróneamente, queno quisieran ganar. El tema es que ninguno tuvo mucho para lograrlo. Solo cuentan con armas cortas, de pocas balas.
La U tiene como objetivo consolidar una oncena titular y fundamentalmente imponer un sello que por lo menos regale los trazos extraviados desde la época de Kudelka y de Arias. Hernán Caputto, según lo enseña su historial como DT de las selecciones menores, tiene una premisa inamovible: juega de acuerdo a lo que cuenta, potenciando las fortalezas. No hay espacio para romper esquemas ni para la estética.
Colo Colo, por su parte, es un equipo preso de un historial al menos discutible: que siempre ganó y gustó haciendo fluir la inspiración. La premisa de sus seguidores (y que alguos “analistas” repiten en la tribuna) es que a los albos solo se les aplaude si ganan a través de la osadía desatada, aunque implique riesgos. Y no es así.
El Colo Colo 73 de Luis Álamos y muy especialmente el Colo Colo 91 de Mirko Jozic no gustaba y ganaba porque sus entrenadores no pensaran en soluciones defensivas. Al contrario, construyeron sus potencias ofensivas a partir de un ordenamiento en la obstrucción y en la recuperación de la pelota.
Cierto es que hoy el equipo albo no tiene ni lo uno ni lo otro, por lo que las exigencias y los paladares finos deben asumir la realidad. Por lo mismo, bajo perspectivas más lógicas y menos utópicas, igualmente se pueden rescatar algunos aspectos de Superclásico que permitieron que se dejara ver.
Cuando se juntaron Montillo y Aránguiz complicaron la marca del rival; el mediocampo azul requiere de fortaleza física como la que entrega Espinoza; si Colo Colo sale rápido por los costados y sus aleros encaran, hacen daño; a los albos les falta un volante mixto y redefinir de qué juega Valencia; ninguno de los dos equipos tiene laterales de nivel.
¿Ve que igual había cosas para ver en el clásico?