Señor Director:

Leo ayer con mucho interés y cuidada atención la carta sobre proceso constituyente de mi colega, el economista Guillermo Larraín.

La primera parte de su carta revela amplio conocimiento. Es impecable.

También coincido cuando expresa “debemos acudir masiva y pacíficamente a votar”. ¡Y así lo haremos!

Me cuesta digerir sus fundamentos cuando expresa admiración por la “ductilidad de nuestras instituciones informales”. Lo que el autor contrasta con “la rigidez de las formales”.

En mi particular opinión, salvo que se delimite con mucha precisión el tema, el estado de las instituciones informales a mí me parece muy imperfecto.

Por ejemplo, lo que mayormente ocurre con las redes sociales informales. Muchas de ella anónimas y odiosas.

No necesito ahondar acá. Quien necesita explicar mejor es el autor en comento.

Siendo una carta valiosa, confieso que su último párrafo es aquel que me genera sorpresa y algo de desazón.

El autor asevera que “como no hay dados cargados, sino incentivos para el acuerdo”, etcétera, dando así una frase conclusiva que a mi entender tiene sesgo de ingenuidad.

Yo, en cambio, noto que el ambiente político nacional —hoy emocional arrebatado— está indicando que dominan los dados cargados.

Veo que los “incentivos para el acuerdo” navegan —en el país actual— en las mentes de algunos cientistas sociales. No se ven buenos ánimos en el corpus político vigente.

Recomiendo más precisión y mucho realismo. Dado que está en juego buena parte del destino de nuestra democracia republicana.

Eduardo Aninat Ureta
Profesor de Economía FEN, UDD