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Cartas
Domingo 09 de agosto de 2020
Proceso constituyente
Señor Director:
Leo el diario y cunde la sensación de desazón y temor. Pareciera que nos estamos coordinando para hacer todo mal. Pongamos paños fríos: el problema de fondo es institucional, para el cual hay un camino trazado, pero falta convicción.
Hayek decía que un sistema económico centralizado no tiene capacidad de gestionar la información atomizada de los agentes económicos y coordinar sus acciones. Para eso estaban las instituciones.
También hay información atomizada en la cultura, la sociedad y la política. Nadie puede gestionar tanta información y coordinar las acciones correspondientes, menos aún para que todas salgan mal. Las teorías del complot son entretenidas, pero falsas. El problema es institucional.
Ostrom señala que las instituciones son la forma como se organizan comportamientos repetitivos y North dice que reflejan nuestras creencias. Así, las instituciones, formales e informales, nos ayudan a formar expectativas de lo que harán los otros.
Esas expectativas se frustran hoy con frecuencia; de ahí la desazón y temor.
Entre 1990 y 2020 nuestras convenciones y códigos de conducta han cambiado. La ductilidad de nuestras instituciones informales contrasta con la rigidez de las formales. Estas al final se adaptan, pero tarde, mal y con un costo: pierden eficacia para estabilizar comportamientos. Pareciera que todo vale.
Chile vive una crisis institucional que requiere un mejor calce entre las instituciones formales (la Constitución) y las creencias de los individuos.
El proceso constituyente es el primer paso, pero debe ganar legitimidad. Debemos acudir masiva y pacíficamente a votar. En ese caso, cualquiera sea el resultado, el plebiscito será un hecho político mayor que afectará la forma como interactuamos.
Espero que gane el Apruebo. La institucionalidad debe evolucionar y recoger los valores y aspiraciones de los chilenos de hoy. Como no hay dados cargados, sino incentivos para el acuerdo, lentamente nuestras instituciones recuperarán eficacia y podrán reducir el temor y la desazón. Es lo que hizo el plebiscito de 1988.
Guillermo Larraín
Universidad de Chile