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Editorial
Miércoles 03 de junio de 2020
Perú y el covid-19
El difícil manejo de la epidemia en el vecino país muestra que no hay recetas universales.
Perú fue uno de los primeros países de América Latina en tomar medidas de resguardo social, sanitarias y económicas, con un resultado decepcionante: más de 170 mil contagiados, casi cinco mil fallecidos y una economía que muestra signos de crisis profunda.
Con apenas 100 casos confirmados, el 16 de marzo, el gobierno de Martín Vizcarra decretó una cuarentena estricta, con toque de queda y llamados al cuidado personal. A fines de ese mes, ya estaba elaborando uno de los paquetes de ayuda e impulso económico más grandes de la región, con bonos para los más pobres y apoyo a las pymes, decisiones que han catapultado su popularidad hasta el 80 por ciento, según una reciente encuesta. Pero eso no ha sido suficiente para que la población acate las reglas de confinamiento, indispensables para que no se expanda la enfermedad, en un país donde las difíciles condiciones sociales y de salud han mermado los esfuerzos de las autoridades.
En los últimos 20 años, Perú ha crecido a tasas promedio del cuatro por ciento, y ha visto salir de la pobreza a miles de personas, pero ni el sistema de salud superó totalmente las precariedades ni extensos grupos sociales lograron niveles que les permitan enfrentar la peste. Por ejemplo, menos de la mitad de los peruanos (y solo el 22% de los hogares más pobres) tiene refrigerador, lo cual los obliga a salir a diario a comprar los alimentos perecibles en los mercados, lugares que han sido focos cruciales de contagio. Lo mismo ocurrió en los bancos, hasta donde llegaron miles de personas a cobrar su bono covid-19, porque, a pesar de que el gobierno dispuso formas de cobro en línea, solo el 38 por ciento de los adultos tiene una cuenta bancaria
Analistas han identificado otras causas por las cuales Perú se convirtió en el segundo lugar de contagios de la región y tercero en número de muertes. Una de ellas, el hacinamiento en los hogares más pobres, algo común a muchos países latinoamericanos, pero que ha tenido un efecto devastador por la falta de acatamiento de la cuarentena.
Hace muchos años que el economista Hernando de Soto analizó extensamente el efecto de la informalidad del trabajo en la economía peruana, y a pesar de los esfuerzos hechos a lo largo de estas últimas dos décadas, el 70 por ciento de los ciudadanos sigue laborando en esa condición. Ello los obliga a salir para asegurar un ingreso que les permita sobrevivir.
El difícil manejo de la epidemia en Perú muestra que no hay recetas universales, pues otra de las claves que han dado los expertos es hacer el mayor número de test posible. Se han realizado más de un millón de pruebas (el 80 por ciento, test rápidos), que los dejan encabezando la región, pero al no hacerse un rastreo exhaustivo no se cumple el objetivo.
Ahora Perú, en confinamiento hasta el 30 de junio, debe retomar actividades económicas gradualmente, para contrarrestar la enorme caída del crecimiento que ya en marzo —con solo 15 días de cuarentena— fue del 16,25 por ciento, el peor registro en tres décadas. Para revertir el mal desempeño del primer trimestre (-3,4%), Perú tendrá que reactivar todos los sectores, especialmente la minería —que cayó 42 por ciento en abril—, al igual que la pesca (-57,8% en abril) y el comercio, pero manteniendo resguardos para que el coronavirus no continúe en ascenso.