Nadie sabe con seguridad cuándo acontecerá, pero sí es seguro que cuando el fútbol vuelva a jugarse ya no será igual al que conocimos hasta ahora.
Bueno, en realidad, muy pocas cosas serán siquiera parecidas al mundo pre-covid 19, pero en el fútbol puede anticiparse desde ya que habrá cambios radicales. Tanto dentro como fuera de la cancha.
Es cosa de hacer el ejercicio e imaginárselo.
Es un hecho, por ejemplo, que deberá haber cambios reglamentarios para que se tienda a que los contactos entre los jugadores sean más controlados. Claramente habrá cosas imposibles de limitar, como los roces, los golpes o el forcejeo propio de una marca (todo ello es parte natural del fútbol y si no hay, no es fútbol), pero sí es claro que podrán modificarse ciertas normas. Por ejemplo en la conformación de las barreras e incluso en el saque lateral para que éste sea con el pie y no con las manos, que es una extremidad que de suyo transmite más rápidamente cualquier virus (salvo, por cierto, que se haga obligatorio el uso de guantes).
A ello seguramente se sumará una serie de medidas de corte sanitario para evitar riesgos innecesarios: las celebraciones con mucho cariño entre compañeros podrían ser castigadas con amonestación, lo mismo que los abrazos y besos al momento de los cambios. Y ni hablar de un destemplado pechazo contra un rival o el árbitro: tarjeta roja directa y tiro libre indirecto.
Los resguardos desde el punto de vista físico seguro que serán cada día mayores. Los cinco cambios, a larga, van a consagrarse como habituales en los torneos, porque en estos días se ha entendido que el cuerpo no hay que extremarlo en su capacidad y no es hoy imposible pensar que se acepte en la International Board una baja en la duración de los partidos, una mayor cantidad de minutos de descanso entre un tiempo y otro, o la estructuración de los partidos en tres o cuatro períodos de 20 o 30 minutos (como tantas veces han pedido los estadounidenses para dar sus rondas de comerciales por televisión).
Desde el punto de vista de “la industria”, las transformaciones serán mucho más claras y aceleradas desde el momento en que se termine la pandemia.
Es un hecho que los clubes serán más recatados a la hora de ofrecer sueldos, primas y premios a los futbolistas, conscientes de que si hay una catástrofe, tal como ha quedado demostrado con el covid 19, es prácticamente imposible enfrentar todos los compromisos sin desangrarse o perecer. Los jugadores, por su lado, serán partícipes resignados a esta baja de sus prebendas, porque sabrán que, en situación de emergencia, serán los primeros a los cuales cortarán. Así que mejor platita poca pero segura.
Claro, todo esto es, por ahora, una simple proyección que puede parecer exagerada o propia de la imaginación de Aldous Huxley. Puede ser que sean otros los cambios y las transformaciones.
Pero de que las habrá, las habrá.
Conversémoslo en algunos años…