Señor Director:

Imaginemos por un momento que Stalin, Pol Pot, Hoenecker o algún otro genocida o asesino semejante se encuentra en una cárcel chilena, y se cuenta entre los grupos de riesgo de muerte en caso de ser afectado por el coronavirus. ¿Cuáles son las preguntas pertinentes ante una situación como esta? Ellas no son: “¿contamos con condiciones para atenderlos adecuadamente si contraen la enfermedad?”. Para los grupos de riesgo, el problema consiste en que el solo hecho de contraer la enfermedad trae consigo una alta probabilidad de morir. Tampoco se trata de preguntarnos: “¿qué gravedad tienen los delitos que han cometido?”. Ya sabemos que es infinita o “¿significa el tomar una medida negar el dolor de sus víctimas?”. Por ningún motivo.

Las preguntas relevantes son otras dos muy diferentes. La primera es: “¿tenemos una razonable seguridad de que unas personas que se encuentran en un recinto carcelario, donde hay muchos internos, no contraerán una enfermedad que probablemente les significará la muerte?”. La segunda es: “¿existe la posibilidad de que, en caso de cambiar temporalmente las condiciones de su prisión (por ejemplo, con un arresto domiciliario), esos presos volverán a cometer los delitos por los que están condenados?”.

Me parece que las respuestas pueden ser dolorosas, pero no son muy difíciles. Ellas valen para presos de muy distinta naturaleza, a menos que uno piense que el covid-19 constituye una oportunidad para deshacernos de nuestros enemigos en un país en que, como Chile, no existe la pena de muerte.

Joaquín García-Huidobro