Fue Jorge Sampaoli quien inauguró de manera oficial la tradición -en modo de exigencia contractual incluso- de ir a visitar personalmente a los jugadores chilenos que actúan en el extranjero para darles algunas pautas específicas de la labor técnica. Dicho viaje, que generalmente se realiza en febrero de cada año, tiene como justificación el tratar de aumentar -con una conversación cara a cara- el tiempo de trabajo de los seleccionados con el DT, que, como se sabe, siempre es escaso.
El tema es que, según han dicho algunos seleccionados, en realidad dicho diálogo con el entrenador de turno (Sampaoli y luego Juan Antonio Pizzi y Reinaldo Rueda) no tiene mucha justificación real porque al final termina siendo un café o, a lo más, una cena donde se pregunta más de cosas generales (el andar del jugador en el club donde actúa) y de la entrega de “material” -presumiblemente videos- con algunas indicaciones generales sobre lo que el DT “pretende” de su jugador. No hay entrenamientos ni menos alguna indicación en cancha porque no se puede.
Es decir, en tales reuniones no se hace nada del otro mundo. O más bien, nada que no se pueda hacer desde Santiago sin que sea necesario para ello el café, la cena o el costoso viaje a Europa en primera clase, alojamiento en hoteles cinco estrellas y un buen viático o, al menos, una cantidad a rendir al regreso del periplo.
Gastos que, obviamente, pueden ahorrarse, como ha quedado de manifiesto en los momentos que vivimos porque la comunicación a distancia -y por extensión, el teletrabajo- es una herramienta eficaz y contundente para las relaciones personales. Hoy, de verdad, estamos interconectados como una verdadera aldea global, al modo que predijo Marshall McLuhan.
A partir de ello, es bueno preguntarse si hoy, cuando la posibilidad de viajar y de transitar libremente por los países es nula, ¿está el cuerpo técnico de la selección nacional utilizando las opciones tecnológicas para mantener en alto su trabajo? Dicho de otra manera, ahora que es imposible subirse a un avión para recorrer el primaveral Barcelona, el acogedor Manchester o el cosmopolita Milán, ¿el seleccionador está igual trabajando con los jugadores, dándoles pautas, mostrándoles videos?
Sería interesante saber ese dato. Los detalles de esa labor. Por ejemplo, a qué hora se conectan, si lo hacen de manera grupal o individual, si comparten pantalla para ver power point o grabaciones de partidos, si existe un mail colectivo o un chat para que puedan hablar todos los integrantes del grupo.
Debería darse. Porque si hoy todos los trabajadores deben amoldarse a las condiciones que impone la pandemia, aprendiendo a usar los computadores, la tablet o el teléfono móvil para hacer cuestiones más complejas que leer Twitter, poner una foto en Instagram o escribir en WhatsApp, uno esperaría que la élite del fútbol chileno también se acople, se siente y trabaje a distancia, porque mucho tiempo para preparar el debut en las eliminatorias (cuando sea) no habrá.
¿O acaso si no es con viaje a Europa no se puede trabajar?