Claudio Borghi, candidato popular eterno a sentarse nuevamente en la banca de Colo Colo, lo dijo con extrema lucidez la enésima vez que se refirió a la opción de convertirse en un retornado: “Nadie me ha llamado ahora ni antes y nunca me he enterado de qué proyecto hay en Blanco y Negro”.
Proyecto. Palabra mágica. Y manoseada. Porque es como el antiguo mentholatum. Sirve para todo. Se le puede relacionar con el trabajo global y profundo que incluye formación de jugadores y entrenadores, miradas técnicas asociadas a propuestas internacionalmente aceptadas o, simplemente, a cómo quieren los mandamases del club que juegue el equipo cada fin de semana.
Es un abanico demasiado extendido eso del proyecto.
Lo concreto es que en Colo Colo, en rigor, existe un deseo casi absurdo de elevar consignas que tienen poco sustento para ser base de un proyecto futbolístico real.
La llegada de Mario Salas evidencia que los eslogans pocas veces tienen que ver con las realidades. Ello porque si bien se anunció que la llegada del exDT de la UC implicaba un real compromiso por la búsqueda de un fútbol agresivo “como es tradición en Colo Colo” lo que en realidad se quería lograr era una “limpieza” de camarín.
Como la misión fue cumplida por Salas —a un costo alto para él, porque implicó una revuelta interna— su partida obliga ahora a los mismos que lo contrataron a reverdecer el famoso discurso del proyecto en la búsqueda del sucesor.
Pero nuevamente hay demasiadas inconsistencias.
Los candidatos —reales o ficticios— que han compuesto la lista de posibles DT albos, son de tal variedad en cuanto a forma de trabajar y ver el fútbol, que parece obvio que la ruleta de los principios comenzó a girar descontrolada.
Si Luiz Felipe Scolari llegara a sentarse en la banca de Colo Colo, nadie podría esperar revoluciones sino que, seguramente, solo intentos honestos por tratar de que el equipo juegue “a la brasileña”, sin tener, por cierto, jugadores de nivel para hacerlo.
Por el contrario, si el argentino Gustavo Alfaro fuera el designado, junto con el habitual discurso “vendedor” del ex DT de Boca Juniors se vería un Colo Colo más preocupado de ajustar sus líneas defensivas que uno entregado a la disposición de ataque.
Ninguno de los dos, por cierto, como sí hubiese sucedido si José Pekerman hubiese resultado como opción, estará tampoco muy interesado en ser partícipe del trabajo de las inferiores albas. Son entrenadores que recorren el mundo y no se apegan a nada.
¿Proyecto? Vaya palabrita. Dejémosla al margen mejor.