Un profundo rechazo generó el ataque de una turba al monumento a los Héroes de Iquique, en Valparaíso, en la tarde del sábado pasado. El lamentable episodio tiene lugar en medio de las manifestaciones de violencia que persisten en nuestro país —y que ese día se expresaron con furia en diversos puntos de Viña del Mar— luego de los sucesos iniciados el pasado 18 de octubre.

Hasta ahora, este memorial había logrado sustraerse de los hechos vandálicos que sí han afectado a estatuas y otros monumentos de alto simbolismo histórico a lo largo del país. Entre estos, el más emblemático ha sido el que recuerda a otro héroe de la Guerra del Pacífico, el general Manuel Baquedano, ubicado en la zona cero de estas manifestaciones y que ha sido objeto de rayados y ataques inusitados.

La situación reviste la mayor gravedad por su carácter reiterativo. Sin embargo, la circunstancia de que en esta oportunidad el foco de la violencia haya recaído en el monumento que recuerda una de las mayores gestas heroicas de nuestra historia, y que cobija las sepulturas de Arturo Prat y otros 21 marinos de los combates navales de Iquique y Punta Gruesa, hace que el episodio adquiera connotaciones muy especiales.

La figura del capitán Prat y la tripulación de la “Esmeralda” han sido, desde el 21 de mayo de 1879, modelo de disciplina y entrega para los chilenos. Su personalidad y liderazgo han servido de ejemplo para explicar a las jóvenes generaciones el significado del heroísmo y el amor a la patria. Sin desmerecer otros brillantes ejemplos que registra nuestra historia, la biografía de Prat está cargada de hitos destacables en muchos ámbitos, porque a su valor militar se agregan extraordinarias cualidades personales.

Precisamente por esos motivos, esos hechos de violencia hieren de manera muy significativa el alma nacional. Si algo ha caracterizado a los grupos que encabezan la violencia en estos meses, ha sido precisamente su especial encono contra símbolos históricos, religiosos y culturales. Esto no puede ser entendido como una simple casualidad, sino que responde a una mentalidad que recorre a estos grupos antisistema. Ellos buscan dañar el prestigio de instituciones que, con sus naturales deficiencias, han sido vitales para la construcción de la República. Lo que más parece irritarles es que cada una de ellas representa, de una u otra forma, una cierta autoridad que el resto reconoce y respeta. Al socavar esas bases, creen que podrán dañar la identidad histórico-cultural de Chile.

Por todo lo anterior, las reacciones de repudio de esos hechos por parte de la Armada, del Gobierno y de distintas personalidades políticas resultaron acertadas y oportunas. En este marco, es de destacar la decisión de la Marina, que inmediatamente decidió reparar los daños provocados al monumento, advirtiendo posteriormente, en voz de su comandante en jefe, que usarán todos los recursos que les otorga “la ley para proteger el lugar donde descansan nuestros héroes patrios”.