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Cartas
Martes 25 de febrero de 2020
Un debate pobre
Señor Director:
Estamos a dos meses del plebiscito en el que decidiremos si aprobamos o rechazamos la idea de contar con una nueva Constitución y, de triunfar la aprobación, convocar a una Convención o Convención Mixta Constituyente para redactarla. El origen de este proceso corresponde a un acuerdo de noviembre de 2019.
En el tiempo transcurrido, muchos han ido tomando posición y plantean, con una convicción asombrosa, su decidida opción por una de las alternativas. Al hacerlo, no escatiman en mostrar gran seguridad en la opción escogida —no se abre espacio para las dudas, para las pausas reflexivas que emergen del intercambio democrático de ideas— y, en ambos casos, anticipan paz y bienestar si gana la que es la preferida, y caos, retroceso y violencia si gana aquella que no les gusta.
Pensé que ello iría cambiando con el transcurrir de los días, pero no ha sucedido. Pasa que ese debate —si se le puede llamar así— es muy insuficiente, demasiado pobre, pueril, mirador en menos de la capacidad de entendimiento de los chilenos, y no satisface un estándar democrático de información suficiente —diría que ni siquiera mínimo— para que se sufrague con cabal conocimiento.
Este asunto debe corregirse cuanto antes. No podemos llegar al 26 de abril sin saber, minuciosamente, detrás de qué andan los promotores de cada opción. Sugiero que al menos, una vez iniciado el período formal de campaña, cada partido político o agrupación —ojalá cada autoridad política— que abogue por la opción Apruebo asuma la obligación ética y esencial de expresar, con claridad y detalle, al menos siete puntos relevantes que desea incluir, eliminar o cambiar de la Constitución, y que expresen, asimismo, en qué términos desean que ellos queden expresados en la nueva Carta Fundamental. Quienes están por la opción Rechazo debieran, a su vez, explicitar metódicamente, de manera sobria y cuidada, por qué Chile y sus desafíos estarían mejor manteniendo sin cambios el texto vigente. Sería necesario, asimismo, un compromiso vital de los medios de comunicación para que difundan estas posturas, abran espacios de debate, cuestionen con objetividad a unos y a otros, y no acepten a quien concurra hasta sus espacios a repetir apayasadamente eslóganes vacíos.
Hasta ahora, la única discusión que he observado con cierta permanencia, se refiere al nivel de violencia existente en la calle y de si, con tal atmósfera, es posible llevar adelante cabalmente un proceso plebiscitario. En este particular aspecto, lo digo con tristeza, el debate ha sido chico, lleno de temor y cálculo. Es evidente que todo proceso eleccionario requiere de un entorno de libertad y ausencia de coerción básico para que quien quiera pueda expresar su opción con la seguridad de no ser agredido. En ciertos actores (siempre hay excepciones) ha habido debilidad, falta de elocuencia y de decisión para que se cumpla aquella parte que se refería a la paz en el acuerdo de noviembre (no olvidemos que se llamó Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución). Espero que eso cambie. Así como espero profundamente que se allegue contenido realmente sustantivo al debate que viene los próximos dos meses.
Ya estamos en este camino; entonces empeñémonos en hacerlo bien, de manera seria y profesional. No podemos seguir con meras “conversaciones de Twitter” cuando estamos enfrentando algo tan importante.
Hay épocas y personas que solo piensan en la medida de ellas, y hay otras que piensan en la medida de la historia. Hagamos de esta una época que se piense en la historia y no olvidemos que “el subdesarrollo es la incapacidad de acumular experiencia” (Edmundo Desnoes).
Rodrigo Hinzpeter Kirberg