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Cartas
Domingo 23 de febrero de 2020
Tránsito en marzo
Señor Director:
La vuelta al año laboral pronostica el colapso del transporte urbano en Santiago con su parque automotor de 2,2 millones de vehículos. Considerando que en febrero salieron de la capital 1,3 millones de vehículos y el tránsito fluye bien, significa que la capacidad de la red vial debe ser de 900 mil vehículos. Entonces, ¿deberíamos aumentar la capacidad vial a más del doble? La respuesta, basada en modelos matemáticos y la porfiada realidad, es no. Por dos razones. La primera es que la superficie de la ciudad tendría que extenderse para dar cabida a más calles; los viajes se harían más largos, la necesidad de usar automóviles crecería, aumentando la congestión. La segunda es que el aumento de la capacidad vial no reduce la congestión. Ya lo adelantaba en 1989 nuestro profesor Phil Goodwin, del University College London: “El tránsito tiene la habilidad de sobreponerse a cualquier aumento de capacidad vial”.
¿Habrá algún paliativo? Sí. Se ha sugerido, entre otros, usar más la bicicleta. El problema es que no todos están en condiciones de montar una bicicleta. No hablamos solo de adultos mayores, mujeres embarazadas o personas en silla de ruedas, sino que también de quienes deben cruzar toda la ciudad para ir a sus trabajos.
Una alternativa más inclusiva es contar con un excelente transporte público de superficie, pero vemos que este se deteriora cada vez más. Y no se mejora cambiando el nombre al sistema, el color de los buses o poniéndoles wifi. Los mejoramientos tienen que ser de fondo, también conocidos y puestos en práctica en otras partes del mundo. Entre estos, aumentar la flota de buses, darles prioridad de circulación en los semáforos y calles, densificar la malla de recorridos, e incorporar buses y paraderos de alto estándar.
Las ideas están sobre la mesa. Es hora de que el Estado se comprometa a llevarlas a la práctica.
Rodrigo Fernández
Profesor titular Universidad de los Andes