Señor Director:

Las resoluciones de Año Nuevo son una antigua tradición en la cultura occidental y representan un conjunto de cambios y logros que nos proponemos realizar en un cierto período de tiempo.

A nivel individual, estos propósitos pueden ser de corto, mediano y largo plazo. Sin embargo, y dado que nuestra naturaleza cambia con el paso de los años, es frecuente que aquellos propósitos enunciados en la infancia nos parezcan hoy un recuerdo amable, pero muy distinto de las elecciones que luego hemos tomado en la vida de acuerdo a nuestra realidad y experiencia.

A nivel social, enunciar un conjunto de propósitos puede ser la expresión de algo que ya ocurre y requiere ser regulado o bien, el sincero deseo de trazar un objetivo común hacia dónde dirigirnos como grupo.

Estos objetivos pueden ser muy específicos y, por tanto, justos a nivel individual, pero poco prácticos para la vida social, o bien intentar representar ciertos valores comunes más o menos universalmente aceptados. Son los llamados principios organizadores de la convivencia social, entre los cuales destaca la tolerancia. También podemos agregar la libertad, la salud y la justicia.

En el caso de la libertad, es importante cautelar la autonomía de las personas, la ausencia de esclavitud y la capacidad de elegir.

En el caso de la salud, es importante la preocupación por la nutrición adecuada, la actividad física, la higiene y la salud física y mental. Y en el caso de la justicia, el respeto, la solidaridad y la igualdad ante la ley.

Decía Chejov que “el arte de escribir consiste en decir mucho con pocas palabras”. Acordar contenidos mínimos desde los cuales proyectarnos parece una buena manera de enfrentar nuestros próximos desafíos.

Dr. Alejandro Koppmann Attoni
Psiquiatra