En el curso de un corto veraneo escuché, a eso de las seis de la mañana y un par de minutos, a una dama que abría un noticiero matinal diciendo que la televidencia no se imaginaba lo difícil que es hacer un programa tan temprano. No sé si se trataba de una periodista, pero me avergonzó como si lo fuera. Tras ese breve intermedio playero leí en Twitter a un relator de fútbol diciendo que la gente no sabe los sacrificios que se deben hacer para cumplir la trasmisión de un partido. No sé si se trataba de un colega, pero me avergonzó como si lo fuera.
Y no es que sea muy vergonzoso, no crea. Tampoco es que sintiera “vergüenza ajena” y a ratos pienso que es propia, porque me negué siempre a dar clases en alguna universidad. Me lo ofrecieron prácticamente desde que egresé de la pontificia. Y no pude aceptar porque no tenía entonces ni tengo ahora aptitud pedagógica. Me faltan paciencia y estómago. Paciencia para explicar muchas veces lo mismo y estómago para leer escritos con faltas dramáticas de ortografía.
A los dos seres que cito al comienzo no les podría explicar que elijan otra profesión, si tienen alguna, o que se busquen empleos más cómodos.
Tendría que decirles que el trabajo en los medios de comunicación es exigente si se quiere hacerlo bien y que todo trabajo bien hecho lo es. A los médicos los pueden despertar a cualquiera hora de la noche (supongo que sigue siendo así aunque tengo versiones distintas) y a los ingenieros se les pueden caer los puentes (no a ellos, claro, les caen a otros). Lo mismo en los oficios: un mal gásfiter puede producir un incendio o una inundación y un mal conductor de bus interurbano puede provocar lo que ya sabemos.
Lo que ellos no saben es que lo realmente difícil es escribir algo nuevo después de todo lo que se ha dicho luego del desastre del domingo.
Pero hay cosas nuevas. Por ejemplo, preguntarse ¿dónde estaba Aníbal Mosa cuando todos apuntaban a la culpabilidad de Colo Colo en los graves incidentes? Porque la cara salió a darla Harold Mayne-Nicholls, reconociendo que el club no estuvo a la altura de las exigencias de control.
Otra cosa nueva es que la relación de Esteban Paredes con la violencia ya supera todo límite. Consultado por periodistas, no tuvo palabras de enérgica condena a los actos delictuales de la barra alba, más allá de considerar la situación “lamentable”. Ya hace un tiempo había abandonado a su compañero Carlos Muñoz a su suerte cuando era amenazado. Hoy ha sido otro, este herido: Nicolás Blandi.
Otra novedad es que los descerebrados de las barras bravas identifican sus delitos con “el estallido social”. Esa sí que es frescura. ¡Vienen jorobando hace 40 años y más!
Otra novedad es resaltar la dramática vecindad del Monumental con el Bicentenario La Florida. Desde el primero salieron los garreros para atacar el estadio floridano indefenso y terminar un campeonato. La cosa prendió y ahora el bello estadio fue asaltado por otros alienados y suspendieron un recital musical. En la ANFP declararon el triunfo de la UC ante Colo Colo, lo que correspondía.
Que les dure el buen juicio.