A un año de la decepcionante actuación de la selección nacional Sub 20 en el Sudamericano realizado en Chile, y que le costó la salida al errático e inentendible entrenador Héctor Robles, la noticia sobre el nombre del nuevo DT que sería prontamente designado —Patricio Ormazábal— actualiza y revive un tema permanente: la escasa importancia conceptual que en el fútbol nacional se le da al trabajo y proyección de las series menores y que luego se nota en la modesta figuración de las selecciones en la arena internacional.
Sí, claro. Uno entiende que hay “otras prioridades”. Que el súper profesionalismo que hoy se vive en el fútbol exige poner todos los esfuerzos en la alta competencia. Que los recursos —escasos siempre ante necesidades ilimitadas como dice la teoría económica— deben focalizarse en aquello que dé réditos rápidos para que el negocio se mantenga a flote. Por eso, dicen los que toman las decisiones, mejor dar las pocas monedas que se tengan en conformar un plantel que no haya exigido gastos anteriores —como de formación— y apostar a dar un golpe a la cátedra con entrenadores aventureros y vendehumo y jugadores traídos de afuera con un currículum inventado y videos editados a la mala subidos a YouTube en un cibercafé del barrio. En una de esas, suena la flauta.
Por cierto, aunque los clubes no inviertan, no hagan un trabajo sólido y con principios bien establecidos, igual los dirigentes y dueños de ellos esperan y exigen que las selecciones menores sean ganadoras, vayan a mundiales y se muestren en la vitrina internacional. A la larga, son esas las instancias donde se podrá vender algún jugador que salve el año de la institución. Y si la federación no hace su labor, las penas del infierno por ineficaz.
Pero no, las cosas no operan de ese modo.
Los clubes nacionales —con honrosas y conocidas excepciones— no creen en la formación, no ponen plata para llevar profesionales de nivel para dirigir en las divisiones menores, votan para que los torneos de jóvenes sean lo más baratos posibles y prefieren asegurar la ganancia de las platas del CDF para “cubrir las molestias” de los inversores antes que gastarlas en proyectos de mediano plazo que le den a sus clubes una robustez institucional a futuro.
Y para colmo, esos mismos que son incapaces de proyectar después se quejan de los malos resultados de las selecciones y critican el inmovilismo federativo al dejar pasar un año antes de nombrar un DT Sub 20.
Caraduras.