Entre las muchas cosas que dejó Marcelo Bielsa en su paso por Chile, el concepto de la intensidad aparece como de los primeros en la lista.
Claro, el poco apego a la observación más fina y la ausencia casi total de discusiones y análisis técnicos en el medio local (aquí, cada quien solo aspira a cuidar su pequeño metro cuadrado y siente que conversar es compartir información al “enemigo”) han dado como resultado un reduccionismo inquietante y erróneo en torno a la filosofía real del DT rosario: la intensidad parece así ser un fin, un objetivo, cuando Bielsa ha dicho y demostrado hasta la saciedad que para él es un medio. Es decir, un instrumento, una herramienta.
Veamos. Para Bielsa, lo central es que todos sus jugadores sean capaces, de modo colectivo y ojalá en forma permanente, de recuperar la pelota y crear los espacios para que el ataque sea efectivo. O sea, la intensidad de juego aparece como la manera para realizar un pressing constante —que implica, muchas veces, extenuantes persecusiones e incluso abandono de las posiciones previamente asignadas— y, por cierto, reconversiones vertiginosas, para provocar ataques directos y no tan construidos.
Pero el “bielsismo” exige que el concepto de intensidad esté presente no solo en los partidos sino que también en los entrenamientos. El DT que se dice seguidor del ex seleccionador chileno debe entender que no puede sacar chapa de discípulo de quien dice ser su mentor si no exige compromisos de intensidad en cada jugada de preparación que se realiza en las prácticas semanales. No es extraño. Ello porque es imprescindible que el jugador entienda la importancia de la automatización para que después, en modo real de competencia, pueda desplegarse la planificación. La camiseta se gana ahí, en la labor del día a día y no por acumulación de galardones, piensa Bielsa.
Por todo ello es que cuando uno ve que algunos equipos nacionales están llevando a cabo al menos ciertos atisbos de ese fútbol que tantos viudos dejó en Chile, no hay más que alentar que ojalá sigan adelante con todas las de la ley Bielsa.
Ariel Holan y Mario Salas mostraron que la intensidad es un arma que valoran en el partido semifinal de la Copa Chile entre la UC y Colo Colo el sábado y más allá de que no se debe caer en generalizaciones por un solo partido, al menos hay que certificar que los dos entrenadores tienen ciertos rasgos que podrían transformarlos en dignos seguidores de los principios del “bielsisismo”.
Claro, las convicciones no siempre pueden sostenerse porque los resultados mandan (aunque Bielsa ha demostrado que ni eso permea su ideario), que todo depende de la calidad de jugadores con los cuales se cuenta (el mercado chileno, ciertamente es famélico) y que, como está demostrado, ninguna fórmula garantiza el éxito permanente (y hay otras que también son dignas de seguir).
Pero es bueno imaginar que en medio de tanto vendehumo y aventurero hay un par de DT que parece llamado a seguir una senda más conceptual y menos cómoda para alcanzar los objetivos.
Seamos utópicos. Déjenos sentir que el “bielsismo” sigue vivo.