Esta es la historia de un niño en el comienzo de la vida y en la cuna de un hospital público, donde no es más que una X. Alguien pequeño y sin nombre en manos del Estado y en vías de ser entregado en adopción, siempre y cuando su madre biológica no se arrepienta en el plazo de dos meses, para que así quede en el sistema, ahora no como X, sino como Théo y en el futuro será Matthieu.
“En buenas manos”, entonces, es el cuento de un pequeño inocente que busca y necesita alguna familia.
Este es el segundo largometraje de la actriz y directora Jeanne Henry, y su madre, la legendaria Miou-Miou, interpreta a la directora Irene en una película que fue nominada a siete premios César y que se convirtió en un éxito de público en Francia.
La película no se aparta de la corrección y el tono convencional, controla el sentimentalismo hasta cierto punto y lo que nunca realiza es juzgar a los personajes de la historia; podría haberlo hecho, pero lo evita honestamente y sin dudas, y los que deben juzgar, por cierto, son los espectadores.
Ni a la joven universitaria de 21 años que es madre de un hijo que no desea, incluso lo evita, y con frialdad y algo de misterio lo deja en manos del Consejo de Familia y esa nube de asistentes sociales, médicos y familiares que deben decidir el porvenir de un niño de un par de meses.
La película retrocede tres momentos, y es Alice Langlois (Élodie Bouchez) hace ocho años y casada, hace cinco y entonces separada, y no más de dos, de nuevo soltera, pero de 41 años, y durante todo este tiempo la mujer mantiene el anhelo de adoptar y convertirse en madre.
“En buenas manos” va a girar en torno al deseo de Alice y el resto de los personajes son funcionarios del Estado, pero no malos burócratas, son empleados duchos y experimentados que estudian a los matrimonios que quieren adoptar y deben decidir según sus estudios, encuestas y experiencia, pero siempre será entre dudas y alternativas, con intuición y algo de azar.
La película describirá a cada uno de los personajes que integran los eslabones de la cadena, sobre todo a Jean (Gilles Lellouche), un asistente familiar en horas bajas y que ya desea retirarse de los hogares de acogida, porque no han sido buenas sus últimas experiencias. Karine (Sandrine Kiberlain), una educadora especialmente asertiva y cariñosa con los niños ajenos en su oficina, pero en su casa y matrimonio, es otro el cantar. Lidia (Olivia Cote), con el peso de filtrar y rechazar a tantas parejas en competencia. Mathilda (Clotilda Mollet), una antigua asistente social, y la primera persona que recibió y conversó con esa joven madre universitaria que no contó su historia, rechazó a su hijo y al despedirse apenas musitó su nombre: Clara.
“En buenas manos” a lo mejor no es una gran película, pero es una que se sostiene sobre un bien escaso y en fuga: no juzgar a nadie.
“Pupille”. Francia-Bélgica, 2018. Director: Jeanne Henry. Con: Élodie Bouchez, Gilles Lellouche, Sandrine Kiberlain. 109 minutos. T.E. En cines.