Cartas
Jueves 07 de junio de 2018
Delincuencia e impunidad
Señor Director:
En carta publicada en la edición de ayer, el profesor Julián López asimila la evidencia de un grave delito, que surge de un control policial a un vehículo con vidrios polarizados, a la confesión que se obtiene bajo tortura.
Es preocupante para la ciudadanía, en particular para los millones de chilenos que a diario ven incrementada su inseguridad y la de sus familias por la acción de delincuentes armados, lo que se aprecia como ausencia del buen criterio y sentido común que se espera de jueces y estudiosos en la evaluación de la peligrosidad de quien es sorprendido en delito flagrante.
Para algunos, correspondería prescindir del innegable valor probatorio de los graves antecedentes descubiertos si se accede a ellos sin estricta sujeción a las normas que regulan los controles y registro de conductores con vehículos objetivamente sospechosos.
Si hay un error en el procedimiento policial, este debe investigarse y eventualmente sancionarse, pero no puede ello significar que salga ganando el delincuente y la impunidad.
Desafortunada resulta también la asimilación de la prueba descubierta con eventual infracción de aspectos procedimentales o formales con los testimonios obtenidos bajo tortura, ya que nadie discute que en este último caso son ilegítimos y carecen de credibilidad y de valor probatorio.
Apreciamos el progreso de la ciencia jurídica en pro del imperio del Derecho, y precisamente por ello y para que las personas confíen en la protección de las instituciones y no recurran a tomar la justicia en sus manos, se deben recoger, también en esta materia, las inquietudes ciudadanas respecto de la inseguridad que vivimos y no aparecer amparando más al delincuente que a la gran mayoría de la sociedad, que hoy aparece como la víctima inocente de la delincuencia violenta que nos afecta.
Fernando Barros T.
Abogado
En carta publicada en la edición de ayer, el profesor Julián López asimila la evidencia de un grave delito, que surge de un control policial a un vehículo con vidrios polarizados, a la confesión que se obtiene bajo tortura.
Es preocupante para la ciudadanía, en particular para los millones de chilenos que a diario ven incrementada su inseguridad y la de sus familias por la acción de delincuentes armados, lo que se aprecia como ausencia del buen criterio y sentido común que se espera de jueces y estudiosos en la evaluación de la peligrosidad de quien es sorprendido en delito flagrante.
Para algunos, correspondería prescindir del innegable valor probatorio de los graves antecedentes descubiertos si se accede a ellos sin estricta sujeción a las normas que regulan los controles y registro de conductores con vehículos objetivamente sospechosos.
Si hay un error en el procedimiento policial, este debe investigarse y eventualmente sancionarse, pero no puede ello significar que salga ganando el delincuente y la impunidad.
Desafortunada resulta también la asimilación de la prueba descubierta con eventual infracción de aspectos procedimentales o formales con los testimonios obtenidos bajo tortura, ya que nadie discute que en este último caso son ilegítimos y carecen de credibilidad y de valor probatorio.
Apreciamos el progreso de la ciencia jurídica en pro del imperio del Derecho, y precisamente por ello y para que las personas confíen en la protección de las instituciones y no recurran a tomar la justicia en sus manos, se deben recoger, también en esta materia, las inquietudes ciudadanas respecto de la inseguridad que vivimos y no aparecer amparando más al delincuente que a la gran mayoría de la sociedad, que hoy aparece como la víctima inocente de la delincuencia violenta que nos afecta.
Fernando Barros T.
Abogado