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Cartas
Lunes 12 de marzo de 2018
Proyecto de nueva Constitución
Señor Director:
Criticando lo que señalé en mi última columna, Juan Enrique Vargas afirma que no es insustancial, sino "legítimo", el reproche formulado a la oportunidad en que fue presentado el proyecto de nueva Constitución.
Parto diciendo, por lo mismo, que en ningún momento señalé que ese reproche fuera "ilegítimo". Solo dije que era insustancial y que eludía el fondo del problema: ¿Queremos o no una nueva Constitución, con qué contenidos y con cuáles procedimientos para su definitiva aprobación? Ese es el punto. ¿Queremos una nueva Constitución o preferimos continuar con el pausadísimo proceso de reforma de la actual, tan del gusto de quienes impusieron la de 1980, ese proceso que nada menos que 17 años después del plebiscito de 1988 logró sacar del Congreso a los senadores vitalicios designados y establecer la sumisión del poder militar al poder político? ¿Queremos una nueva Constitución o seguir con las esporádicas reformas a la actual, sujetas al altísimo quórum de 2/3 de los senadores y diputados en ejercicio, o sea, y tal como estableció Pinochet en su Constitución de 1980, que 1/3 de nuestros parlamentarios tenga un auténtico poder de veto sobre el parecer de los otros 2/3, en circunstancias de que nuestra Constitución anterior -de 1925- establecía un quórum de la mayoría absoluta de ellos y la posterior ratificación de sus reformas en un Congreso Pleno?
Al margen de las críticas que puedan hacerse al proceso constituyente en curso, ha sido mejor que el gobierno que lo inició no hubiera presentado de entrada un proyecto ya terminado, es decir, con todos sus contenidos, puesto que el reproche en ese caso habría sido que todo estaba ya amarrado de antemano y listo para imponerlo al país sin mayor discusión.
Se dice también que el proyecto presentado es un saludo a la bandera, en circunstancias de que lo sea o no va a depender del nuevo gobierno y del también nuevo Congreso Nacional. También de los ciudadanos, desde luego. Esa expresión remite a un acto puramente formal, carente de significado, hecho para la galería, sin ningún arraigo en las ideas o convicciones de quienes lo realizan. Si algo así es lo que significa hacer un saludo a la bandera, es claro que de quien ejecutó el acto que comentamos -el actual gobierno- no puede decirse nada de eso. Otra cosa es que, al calificarlo de esa manera, los que rechazan la posibilidad de una nueva Constitución quieran que todo se reduzca a eso, o sea, a un saludo a la bandera, a nada.
Pareciera que algunos vienen a darse cuenta recién ahora de que el principal tema luego de una dictadura es el debate sobre el nuevo orden constitucional que adoptará el país que la padeció. Pero aquí, como es habitual en nuestra cultura jurídica y política, nos hicimos los lesos durante demasiado tiempo, creyendo que reformando una y otra vez la Constitución de la dictadura íbamos a adormecer para siempre el reclamo por una nueva Constitución.
¿Que hemos tenido un debate constitucional escaso, según afirma mi contradictor? Ni tanto. Además, ¿hay mejor manera de dar mayor fuerza a ese debate que presentando un proyecto de nueva Constitución?
Agustín Squella