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Editorial
Martes 26 de diciembre de 2017
Nuevas dimensiones del rol empresarial
El ímpetu realizador de los empresarios tiene mucho que ofrecer a la sociedad, pero más aún si a él se suma el rol articulador y colaborador que representa una iniciativa como la gestión de operaciones gratuitas de cataratas severas a pacientes en listas de espera.
La renovación de la conducción gremial empresarial ha estado marcada por el ánimo de fortalecer la vinculación entre los dirigentes empresariales y otros actores de la sociedad. Así, gremios, empresas B, emprendedores, universidades, centros de formación técnica, clínicas, centros de innovación y organizaciones sociales, entre otros agentes que contribuyen al desarrollo del país, han tomado parte, gradualmente, en los encuentros 3xi (inspirarnos, incluirnos, innovarnos) que desde mayo viene impulsando la Confederación de la Producción y del Comercio, liderada por Alfredo Moreno.
Fruto del entendimiento y conocimiento mutuo que allí ha surgido fue la última iniciativa que se ha hecho pública, consistente en ofrecer una atención quirúrgica completa y totalmente gratuita a todas las personas que hoy están en lista de espera para operarse de cataratas severas. El proyecto, que conectó a la CPC con Fonasa y varias clínicas privadas, incluidos equipos médicos y laboratorios, es un ejemplo del potencial que es posible alcanzar mediante la alianza público-privada y el rol que el empresariado puede jugar para hacer converger fuerzas que, sin colaboración, se vuelven insuficientes para satisfacer determinados objetivos.
Mediante este papel proactivo e integrador de distintas actividades que aportan al país, la CPC también apuesta por construir credibilidad para mejorar la percepción ciudadana del gran empresariado. Al exponer la mentalidad empresarial a los desafíos de una sociedad que entiende los beneficios de la competencia, pero también, de modo creciente, los de la colaboración, quiere crear una oportunidad para que esa actitud se traduzca a su vez en una apertura ciudadana hacia ellos, favoreciendo que se los vea de un modo distinto a como se los ha etiquetado en los últimos años. Efecto de esto puede ser que la reputación del gran empresariado en la última publicación del Índice de Confianza en las Empresas de septiembre haya mostrado signos de mejoría, al subir 10 puntos respecto de la medición anterior.
A diferencia de las pymes, que están inmersas en el tejido social, las empresas de mayor tamaño, y especialmente las más grandes, mantienen con la sociedad una relación más mediada y distante. La reducción de esa brecha, por esto mismo, debe ser un propósito declarado para crear vínculos más conscientes y activos con la sociedad de la que se forma parte y con la que se quiere cooperar. El ímpetu realizador, propio de los empresarios, tiene mucho que ofrecer al conjunto de la sociedad, pero más todavía si a él se suma este rol articulador y colaborador. Aunque la responsabilidad social de las empresas no es algo nuevo, testimonio de lo cual es la creciente preocupación por su entorno en la figura del buen vecino, ha comenzado a despuntar además su rol público, opinante y proponedor, por un lado, y colaborador, por otro, consciente de las carencias sociales y artífice de alianzas que apoyen su superación.
Más recientemente, en el horizonte político, se ve una oportunidad para consolidar esta apuesta social y pública. En lugar de la batalla entre quienes carecen de poder y quienes lo poseen, el camino se está abriendo para el fomento de las confianzas, del entendimiento y la colaboración entre los distintos actores sociales.