Falta una semana para una elección muy decisiva para el futuro de nuestro país. Entre gente de derecha algunos dudan entre votar por Sebastián Piñera o José Antonio Kast. ¿Qué consideraciones debieran guiar esa decisión?
Varios han esgrimido el voto útil. Vale decir, la necesidad de votar por Piñera ante la perspectiva de ganar en primera vuelta, eliminando así la posibilidad de la reagrupación de las fuerzas de centroizquierda, desesperadas por la pérdida del gobierno. Incluso una primera vuelta con un triunfo abrumador de Piñera (más de veinte puntos de diferencia por ejemplo), aun cuando no evite la segunda vuelta prácticamente asegura su triunfo en ella, porque muchos de los partidarios de la centroizquierda desalentados no concurrirían a votar; y otros indecisos jugarán a ganador. Al chileno le gusta sentirse ganador el día lunes, créanme que sé algo de eso. Por otra parte, todos sabemos que es imposible que José Antonio Kast pase a la segunda vuelta.
Son argumentos contundentes a favor de un voto por Piñera. Pero también hay otras consideraciones en esta decisión. Algunos piensan que Kast representa mejor el pensamiento de derecha. Por una parte en relación al pasado, ya que reivindica el 11 de septiembre y defiende el gobierno militar y, por otra, porque sus valores representarían mejor a la derecha.
En relación a lo primero, es valioso que José Antonio reivindique la legitimidad del 11 de septiembre. La propia Democracia Cristiana lo hizo en su oportunidad, coincidiendo en que fue la izquierda la que forzó el quiebre de la democracia. Defender la legitimidad del golpe militar no significa avalar violaciones a los derechos humanos, pero sí recordar que esa intervención salvó a Chile de lo que pudo ser una prolongada dictadura comunista.
Sin embargo para que la historia refleje mejor lo que realmente ocurrió a principios de los setenta en Chile y para que en nuestro país no se siga abusando del Estado y ahondando las divisiones con el pretexto de reparar las violaciones a los derechos humanos, no podemos permitir que la izquierda siga ganando las elecciones. El uso de los recursos del Estado para tergiversar lo que ocurrió tiene que terminar y para eso debemos ganar el gobierno.
Las elecciones no están para darse gustos. El propio patriotismo nos impone hacer lo que es mejor para el país. Resulta artificioso, a mi juicio, esgrimir el pinochetismo para votar por José Antonio Kast. Primero, porque el pinochetismo nunca existió, como sí hubo castrismo, o chavismo o incluso franquismo. Y eso tiene dos explicaciones: la primera es que el general Pinochet nunca lo quiso, porque siempre concibió su gobierno como uno institucional, y la segunda, porque la abrumadora mayoría de los civiles que lo apoyamos creíamos en la democracia como forma permanente de gobierno en Chile.
Desde ese punto de vista, la candidatura de Kast es una candidatura sobre el pasado y la de Piñera una sobre el futuro.
Porque la única forma que tiene la derecha para estar en el gobierno en el futuro, los próximos cuatro años y luego los siguientes, es ganar estas elecciones con Sebastián Piñera. No hacerlo significa hipotecar el futuro de nuestros hijos.
En relación a los valores, en la derecha siempre ha habido grupos conservadores y liberales y han convivido a lo largo de la historia. Sin embargo es difícil hoy día que alguien que cree que las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos, como dice nuestra Constitución, justifique que algunos chilenos, por su condición sexual, no tengan los mismos derechos que los demás. Eso es algo que ya no se acepta fácilmente en Chile, especialmente entre los jóvenes. La postura valórica de José Antonio Kast, respetable y legítima, es sin embargo otra vez una del pasado, mientras que la de Sebastián Piñera, incluso con las dudas y matices que admite, es una sobre el futuro.
Las razones de la centroderecha para votar el domingo 19 por Sebastián Piñera no se limitan entonces al ejercicio de un voto útil, sino también se fundan en la necesidad de privilegiar un voto de futuro.