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Domingo 06 de agosto de 2017
Italia en la Gran Guerra
5 de agosto de 1917
Italia en la Gran Guerra
Para hablar con propiedad sobre la realidad de la península y su ejército en el conflicto bélico mundial, en curso durante 1917, el corresponsal de "El Mercurio" Carlos Silva Vildósola decidió adentrarse en el frente de batalla italiano. A continuación, sus impresiones, lo que vio y concluyó, que reprodujo en una extensa crónica publicada el 5 de agosto de aquel año.
"Se cumplen 26 meses desde que este país ingresó a una batalla áspera y difícil, para la cual no estaba preparado. Sus adversarios le han exigido una suma de esfuerzos colectivos que ha debido poner en acción todas las energías nacionales. Esto, con ánimo resuelto y basado en ideales supremos que caracterizan a este pueblo que habita un territorio que ha sido cuna de la civilización mediterránea, con sus monumentos y ruinas maravillosas", escribía el periodista.
Lo que más le llamó la atención "es el sentido de unión que percibo, creado a partir del crisol de gentes que vive a lo largo de esta geografía. Todas las razas que pueblan Europa han bajado aquí a fundirse, desde los tiempos anteriores a la historia escrita, para construir una cultura en constante evolución y distintos tipos de carácter: lombardo, piamontés, genovés, veneciano, toscano, romano, napolitano y siciliano".
Silva Vildósola reconocía como un rasgo peculiar la capacidad de transformar esa heterogeneidad en un "alma italiana única, con un concepto de nación totalmente cohesionado. Los distingue la perfección y nada emprenden que no se propongan terminar a fondo. Desde el generalísimo hasta el soldado que vela por la artillería en una roca de los Alpes, todos se vuelcan en ser parte de un engranaje en que nada está hecho con mezquindad ni a medias".
Lo antes descrito era, precisamente, lo que advertía en el frente. Decía, además, que allí se notaba "el refinamiento, incluso en la forma de tratar con respeto al enemigo invadido. He visto que son soldados limpios; sus cuarteles, trincheras, abrigos de montaña, chozas, baños, todo reluce".
También, mencionaba que "estos hombres comen bien, consumen poca carne, pero exigen sus deliciosas pastas y abundantes verduras, ojalá guisadas con un aceite puro que acaso explica la buena salud de esta tropa, que no devora como nosotros cantidades excesivas de grasas de dudoso origen". Más lisonjas se leían: "Es un ejército que tiene buen humor y no manifiesta impaciencia. Notable el orden y la coordinación inteligente en el logro de los objetivos (...). El italiano hace la guerra con fraternidad absoluta, con disciplina, espíritu de sacrificio y sin castas odiosas, todo lo contrario al militarismo autocrático del régimen germánico".