¿Y se podrá escribir sobre este tema? Por supuesto que sí. Si hay algo que no les gusta a los periodistas es la autocensura.
Vamos entonces.
Resulta que son ya dos los comunicadores que postulan sus nombres a la Presidencia de la República. Él y ella ejercen el legítimo derecho que tienen, como ciudadanos que son; además, él y ella cuentan con un respaldo mediático congruente con su condición de periodistas; algo así como "los de la familia nos tenemos que ayudar". No exactamente eso, pero algo así.
Pero justamente porque él y ella han utilizado los medios para darse a conocer, y porque además ahora reciben de tantos colegas un evidente respaldo, los demás, los que no somos periodistas, los que tenemos un espacio público pero no somos del gremio, podemos hacerles el gran favor de contrastarlos.
¿Qué es lo que nos corresponde? ¿Escrutar sus vidas y juzgarlos? No. Esa es tarea periodística. Veremos si alguno se anima con Guillier y con Sánchez en ese plano. O si hay, más bien, un acuerdo tácito para no meterse a fondo con ellos. Algo así como "los periodistas no hacen periodismo con los periodistas".
Lo nuestro es otra cosa: es preguntarnos por la legitimidad de su comportamiento profesional.
Y en esa dimensión, es evidente que estos periodistas candidatos han jugado con ventaja.
Precisamente porque los comunicadores están destinados a mediar entre las fuentes de la información y el público -y muchos lo hacen con notable profesionalismo-, la tentación de manipular ambas dimensiones -fuentes y público- es muy grande. ¿Alguien duda de que algunos periodistas trabajan decididamente para una causa política y no para informar a las personas? Cuando la precandidata Sánchez afirma que ella ha desarrollado una línea editorial, ¿eso no es lo mismo que promover un objetivo ideológico? Quienes por años oyeron a Guillier, ¿no percibían acaso sus claros propósitos políticos?
Lo notable es que ahora, cuando estos comunicadores son candidatos, ellos mismos y sus aduladores intentan colocarse en un inmaculado limbo y se permiten criticar las relaciones entre dinero y política. Muy bien que lo hagan, porque las platas y el servicio público no se avienen bien; como no es recomendable la relación entre ser profesor universitario y político en actividad; o entre pertenecer a una jerarquía religiosa y dedicarse al activismo político; o entre la dirigencia sindical y la postulación al Congreso.
Pero si de coherencia se trata, ¿por qué habría de quedar excluida de crítica la relación entre periodistas y política, cuando con ella se vulnera el imprescindible vínculo entre los comunicadores y la confianza ciudadana?
Es obvio que, en primer lugar, les corresponde a los responsables de los medios de comunicación formularse esta gran cuestión: ¿debe aclararse con algunos periodistas su evidente propósito político y revisar entonces su vínculo laboral? ¿O deben los dueños y directores aceptar que cada comunicador haga lo que quiera con tal de que su mensaje resulte aceptable al público?
La cuestión es muy espinuda dentro de los medios, pero no lo es menos para quienes tienen que enfrentarse al periodismo militante como simples entrevistados. Ahí, frente a las cámaras o ante la grabadora, se han perdido muchas oportunidades para decirle al supuesto entrevistador algo así como "usted es un político igual que yo; se le nota; y además, quiere correr con la ventaja de tener el sartén por el mango, el micrófono en su mano".
Esa disparidad entre políticos profesionales y periodistas que aspiraban a serlo más adelante ha jugado siempre a favor de los segundos. Ahora está quedando claro con Guillier y Sánchez.
Pero será la última vez.