Lo primero que se puede decir de Colección particular , de Gonzalo Eltesch, es que no parece una primera novela: tiene garra, oficio, aplomo, descansa en bases sólidas, resulta a veces conmovedora y presenta buenos pasajes y numerosos hallazgos; más importante aún es el hecho de que el autor no anda buscando la quinta pata al gato, pues nunca cae en el exceso de disquisiciones, jamás se va por las ramas, mantiene el ritmo narrativo, se ciñe al mismo estilo desde el comienzo al final y quizá lo más destacable de este texto es algo hoy por hoy difícil de conseguir: entretiene, divierte, saca risas, sonrisas y casi siempre es un placer leerlo. Una ficción inaugural suele presentar problemas, mayores y menores: el rango del vocabulario, cómo se plantea la historia, de qué forma nos compromete, el uso de los recursos literarios, el carácter de la prosa, la agilidad o lentitud de la acción y otra serie de factores que hacen que uno, es decir un crítico, enganche con el libro o bien lo siga en parte por obligación, pasando las páginas como un deber y no en razón de la calidad y la oportuna estructuración del relato. Eltesch supera con soltura los escollos narrativos e idiomáticos y posiblemente lo notable de este breve volumen es que nos deja con gusto a poco, no por la brevedad sino porque quedan muchas cosas en el aire que cualquiera con buena o mala voluntad desearía saber. Pero esto último está lejos de constituir un defecto y obedece claramente a la voluntad del escritor: en lugar de morosidad, tenemos agudeza; en lugar de latas, reflexiones, la trama se construye en capítulos cortos y autocontenidos, por medio de un lenguaje ceñido y por momentos epigramático, muy adecuado al material temático.
La obra es desembozadamente autobiográfica y el mismo título alude a la profesión del padre, un anticuario de Valparaíso que fue partidario de Pinochet, tuvo como cliente a Neruda, oscila entre la volubilidad o la misantropía y junta miles de objetos misceláneos que no venderá, pues practica esa especial traza de personalidad que consiste en recolectar artefactos, en ocasiones bellos, en otras feos, por lo general inútiles, o sea, su colección particular, un rasgo de conducta que los mal pensados llamarían fetichismo. Muy temprano en la vida del joven, la madre dejará a su marido y partirá con el niño a Santiago, donde habitarán con la abuela y serán visitados frecuentemente por cuatro tías que van de lo benévolo a lo histérico, de lo tolerante a lo autócrata. La separación es un trauma inexplicable para el chiquillo y, a medida que crece, le será crecientemente difícil entender los motivos que la mujer tuvo para dejar plantado a su esposo. La mayoría de los personajes carece de nombre y cuando los hay -los amigos Boris y Hugo, Paula, la nueva pareja del coleccionista- se diría que ello obedece más a funciones de forma que de fondo. El único a quien conoceremos es Gonzalo, un chico solitario, introspectivo, tímido y que tal vez está componiendo estás fantasmales páginas cual exorcismo para liberarse de un pasado que, salvo en contadas oportunidades, conforma más un lastre que una fuente de alegría: "Creo que mi soledad tiene que ver con esto, con mi apellido que no es lo que debería ser. En mí hay una equivocación de origen (Eltesch es libanés y la grafía podría ser un error del Registro Civil)".
Colección particular está contada en tiempo presente y las circunstanciales alteraciones cronológicas no hacen sino subrayar ese permanente aferrarse al aquí y el ahora, en un ejercicio angustioso para delimitar lo que es, lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que pudo haber pasado y jamás pasó. Gonzalo anda con una novia o una amiga especial, también anónima, a quien no parece amar demasiado o bien desvaloriza el fin que no puede alcanzar. En realidad, los verdaderos protagonistas que lo acompañan en esta dolorosa travesía son sus incomprensibles, inasibles progenitores.
"Trato de recordar, buscar imágenes, imaginar voces, colores, pero me resulta difícil, casi imposible. Como si la memoria, al ser selectiva, también me quitara lo más importante: cuando mi madre me levantaba en brazos porque estaba cansado o cuando mi padre me hacía reír después de un berrinche, o cuando mi abuela, poco antes de morir, me invitaba con cariño a jugar cartas. Porque, ¿eso habrá ocurrido realmente? La memoria es injusta con los personajes de esta novela, con todos ellos". Y esto es precisamente lo que sucede en Colección particular , retrato de una gente y un mundo imposibles de retratar.