Señor Director:
Escribo esta carta en respuesta a la del señor
Amaro Gómez-Pablos, publicada en "El Mercurio" el domingo 3 de agosto.
No tengo la tribuna de figura pública que tiene él, tampoco soy un representante oficial de la comunidad judía de Chile, por lo que escribo como un chileno de religión judía que apoya la existencia del Estado de Israel con fronteras seguras.
No se trata de tildar de antisemita o anti-Israel a cualquiera que se pronuncie en contra del actuar de Israel. Pero llama la atención que siendo Israel el país que tiene más amenazada su existencia en el mundo -es cosa de escuchar declaraciones de países vecinos-, a su vez sea el más castigado por los medios de comunicación.
Siendo Israel un bastión de la democracia en Medio Oriente, una sociedad que hace importantes aportes a la ciencia, economía, tecnología y en muchos otros campos, siempre se ha explotado una imagen negativa del país. ¿Acaso hay una exigencia moral superior al pueblo de Israel?
Por el contrario, el mundo permanece mudo cada vez que Israel es amenazado por sus vecinos, atacado por grupos radicales musulmanes, quienes están dispuestos a inmolarse con tal de asesinar a sus civiles. El terrorismo es pan de cada día en la sociedad israelí; los niños crecen con esa terrible realidad.
La defensa que se hace de Israel no significa que uno esté ajeno al dolor que sienten las madres palestinas por sus hijos muertos. Pero pregunto: ¿es necesario que mueran niños judíos para que se produzca un "empate mediático"? Israel es un país que ha hecho todo lo posible para defender a sus civiles, desarrollando un sistema de defensa y construyendo refugios en cada hogar, plaza y colegio del país. Esto no es casualidad: es el resultado de la experiencia de haber sido amenazados y atacados de forma constante por enemigos declarados que claman por la destrucción del único estado judío en el mundo.
Para terminar, quiero enviar un mensaje de paz, y hago un llamado a la colonia palestina de Chile a que se haga todo lo posible para mantener las relaciones de amistad que hemos forjado en esta tierra al sur del mundo.
Hay un proverbio del Talmud, fuente de enseñanza de los valores que representan al judaísmo, que me parece importante dar a conocer.
"El que salva una vida, salva al mundo".
Espero que este sea el mensaje que se imponga por sobre todo lo que está pasando en ese lejano lugar del mundo en términos geográficos, pero muy cercano en el corazón.
Daniel Melnick