Señor Director:
En
carta de ayer, don Domingo Cereceda declara que el tráfico en Lo Barnechea se ha vuelto una real pesadilla, empeorando severamente la calidad de vida. Esta situación es común también en otras comunas, como Vitacura y Las Condes.
El origen de este problema es la alta tasa de motorización de estos sectores, la concentración de su uso en los periodos punta y el escaso esfuerzo de sus municipios por controlar el parque incentivando modos alternativos de transporte. Estas comunas invierten permanentemente sus recursos en facilitar el desplazamiento de los vehículos particulares: agregan y ensanchan vías, modifican radios de giro y construyen pasos a desnivel. Sin embargo, esto solo logra agravar el problema pues incentiva el uso del automóvil y posterga la posibilidad de implementar soluciones más estructurales.
¿Cuántas veces hemos visto a estas comunas enorgulleciéndose por implementar vías expeditas de transporte público? ¿Cuántas veces por instalar paraderos con información en línea? ¿Cuántas veces invertir en que en su sector la frecuencia de buses aumente? Nunca.
Su actitud displicente hacia el transporte público tiene una gran repercusión en la ciudad, pues su enorme masa de automóviles genera congestión en otros sectores de la capital. Aun cuando los actuales usuarios de transporte público que transitan por estas comunas no sean sus residentes, ellas debieran reconocer que el transporte público es la vía para enfrentar las necesidades de movilidad en los periodos en que el tráfico basado en automóviles se vuelve más lento.
El alto poder adquisitivo de las personas de estas comunas les permite decidir dónde se localizan muchas de las actividades en Santiago. Así, veo con preocupación cómo un núcleo de actividades que hasta los años 70 era propio del centro de Santiago pasó en los 80 a Providencia, en los 90 a El Golf, y actualmente lo vemos en el sector Manquehue. Esto genera una enorme tensión, pues exige desplazamientos cada vez más largos y un costo cada vez mayor en nuestro sistema de transporte público para quienes viven en los sectores sur y poniente de nuestra ciudad. Este costo finalmente lo absorbe el subsidio que el sistema requiere.
Vale la pena reiterar que la visión sustentable de una ciudad desarrollada no es aquella en que los sectores más pobres se desplazan en auto, sino aquella en que los sectores más acomodados optan por el transporte público.
Juan Carlos MuñozDirector Depto. de Ing. de Transporte y Logística
Subdirector Centro de Desarrollo Urbano Sustentable
Pontificia Universidad Católica de Chile