2020 comenzó con solidez económica anclada en un consumidor que se mantenía firme 12 meses atrás. La creación de empleo dentro de los servicios, que dominan el valor agregado de las economías desarrolladas, se mantenía viva y sostenía un consumo privado estable.
Además, la relajación concertada de la política monetaria parecía asegurar un fortalecimiento generalizado, prolongando así el ciclo de crecimiento a lo largo del año.
En ese momento el desafío que amenazaba con interrumpir el flujo de la economía mundial eran las disputas comerciales que se traducían en una recesión manufacturera global. Y entonces, el Covid-19 llegó a los mercados. Entre el punto máximo de febrero y el mínimo de marzo, el S&P 500 perdió un 33%, el oro cayó un 12% y los rendimientos de los bonos del tesoro estadounidenses a 10 años bajaron 78 puntos bases (pb).
A nivel global, la reapertura gradual de las economías durante la segunda mitad del año trajo una bocanada de aire fresco para muchas empresas en dificultades en todo el mundo. Relajar prematuramente las medidas de contención se posicionaba ya como un riesgo clave, pese a lo cual el PIB mundial se contraería en 3% durante 2020.
En Chile, las perspectivas de crecimiento cambiaron materialmente debido al brote de Covid-19, ya que es uno de los países más expuestos dada su alta dependencia de las materias primas y el comercio en general. Por eso, hoy en día anticipamos una caída del producto interno bruno (PIB) de 7% en 2020 seguida de un rebote de 5% el próximo año.
Mirando hacia adelante creemos que la incertidumbre en torno al referéndum constitucional mantendrá deprimidas las perspectivas de inversión. Además, la aprobación del proyecto de ley de pensiones también es un claro evento negativo para los mercados locales. Sin embargo, el índice accionario chileno se cotiza a mínimos históricos en diferentes métricas de valoración, lo que limita el riesgo a la baja de los niveles actuales.
Entonces, ¿qué aprendimos como inversionistas en un año tan desafiante? Destacaría tres lecciones clave.
En primer lugar, no se puede subestimar la importancia de mantener la calma y permanecer invertido durante tiempos turbulentos. Aquellos que pasaron al efectivo al comienzo de la corrección y nunca volvieron a ingresar a los mercados accionarios han perdido más del 60% en rendimiento potencial.
En segundo lugar, los inversionistas que mantienen demasiado efectivo en sus carteras aseguran una pérdida en la mayoría de las monedas, especialmente después de considerar inflación e impuestos, ya que mantener dólares o euros en efectivo no genera ningún retorno.
Y tercero, es evidente el ascenso de China como componente clave dentro de una cartera diversificada. En la próxima década, China se convertirá en una clase de activo estratégico independiente, tanto en el lado de la renta variable como de la renta fija.
Al mirar más allá de este caótico año y hacia la incertidumbre de 2021, nuestra filosofía de inversión de próxima generación como componente central de una estrategia de inversión se vuelve cada vez más relevante. Pero, ¿y si además de estar expuesto a tendencias estructurales a largo plazo, también pudiera alinear sus inversiones con sus valores? ¿Podría esto tener un impacto positivo en el rendimiento? ¿Y podría esto también proporcionar una cobertura durante las recesiones? Sí, y es por eso que alinear las inversiones con los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) seguirá siendo cada vez más relevante para los inversionistas.