Las condiciones económicas globales están cambiando a una velocidad creciente como resultado del avance de la pandemia del coronavirus y sus efectos sobre la actividad económica mundial. Ninguna región ha escapado de los efectos adversos tanto en la salud como en la economía y América Latina no escapará de la recesión, así como tampoco Chile.
Las perspectivas económicas para la región se han deteriorado significativamente a medida que el virus avanza infectando a una mayor cantidad de personas y obliga a la población a resguardarse en sus hogares. Dada la falta de preparación de muchos países y el retraso de sus gobiernos para implementar medidas de prevención, la región se encamina a una recesión más severa que la reportada en 2009.
Los países más afectados serán aquellos con una menor preparación preventiva, aquellos con una mayor exposición al mercado chino y estadounidense, y los que tienen una mayor dependencia del precio de las materias primas. Chile se cuenta en este grupo, por lo que su economía sufrirá uno de los mayores impactos en la región.
Los mercados financieros latinoamericanos se han visto ya afectados tanto en materia bursátil como cambiaria, y los bancos centrales han tenido que intervenir recortando las tasas de interés y aumentando la liquidez en el sistema. Mientras tanto, la política fiscal se ha tardado en responder, precisamente por la falta de seriedad asignada por algunos gobiernos a la amenaza de la pandemia.
Chile, afortunadamente, fue uno de los países en desplegar su artillería fiscal al anunciar un paquete de apoyo por casi 5% del PIB. Sin embargo, dada su alta dependencia del exterior y la insuficiencia de medidas oficiales para forzar el confinamiento de su población, el país se ha convertido en uno de los de mayor avance del virus. Mientras a fines de marzo el número de casos en Brasil superaba los 5 mil, en Chile se acercaba rápidamente a los 3 mil, seguido por Ecuador.
Bajo un escenario en donde los supuestos son: que la pandemia alcanza su punto máximo (en número de personas infectadas) hacia mediados del año y después comienza a disminuir, que la economía estadounidense reporta una contracción de entre 2 y 3% en el año, y que muchos países despliegan medidas fiscales, lo cierto es que la economía mundial no escapará de una recesión. Tampoco América Latina y Chile, que estarán entre los más afectados.
Dado que Chile tiene una alta exposición al mercado chino y una alta dependencia del precio del cobre, su economía se convierte en un caso de alta vulnerabilidad al actual choque externo. Así, a pesar de la incipiente recuperación mostrada desde finales del año pasado, la economía se ha topado con pared al enfrentar un desplome no solo de la demanda sino también del precio del cobre, al mismo tiempo que enfrenta un debilitamiento del mercado interno ante el avance de la epidemia.
Bajo esta situación, la economía chilena se encamina a una contracción de alrededor de 3,5% en el 2020. Sin el estímulo fiscal en marcha, el deterioro de la economía sería mayor. Las medidas anunciadas por la autoridad monetaria, por su parte, van en la dirección correcta. Sin embargo, la flexibilización monetaria en términos de precio (tasa de interés) está muy cerca de su límite.
Por lo tanto, el siguiente paso para el banco central (en caso de agravarse la situación) sería echar mano de medidas no convencionales, entre las que destaca la emisión de dinero primario para proveer de liquidez necesaria al sistema de pagos, incluyendo la compra de deuda soberana. Es aquí, en época de crisis, cuando la política monetaria uni-objetivo enfrenta su mayor restricción: la limitación que le impone su objetivo inflacionario, porque no le puede dedicar la misma atención a la economía. Por tanto, se precisa tener un mandato dual que le permita al ente emisor echar mano de su hoja de balance para poder rescatar a la economía.