Andrés Caballero saca pecho al ver los dos campos que tiene con otros inversionistas en el valle de Lolol. El agrónomo ha hecho una buena carrera en el mundo del vino y hoy es gerente de enología de Viña Santa Carolina, una de las mayores bodegas del país.
Eso sí para su proyecto personal en la Región de O’Higgins dejó las cubas y racimos a un lado. Con el apoyo de sus socios plantó cerca de 150 hectáreas de paltos en los últimos cinco años.
“Un buen enólogo tiene que ser un gran agricultor. Eso implica conocer los lugares. Producir paltas es entrar a un mundo desafiante. Requiere de un gran esfuerzo para tener una producción estable. Tienes que ser muy preciso en los riegos, un desajuste tanto por falta como por exceso puede generar problemas”, afirma Caballero.
El enólogo le agarró cariño a los paltos. Destaca que requieren muy pocos pesticidas y que como tiene un gran crecimiento anual —se puede llegar a podar casi un cuarto de la planta cada año—, por lo que secuestra una gran cantidad de carbono de la atmósfera. Adicionalmente, a pesar de la mala fama, su experiencia es que su demanda de agua es similar al de otros frutales.
“Para mí también es importante el impacto en las personas. Por tener una cosecha larga, de septiembre a marzo, es una fuente mucho más estable de trabajo que otros cultivos. Eso es muy importante en las áreas rurales”, sentencia Andrés Caballero.
Zonas como Lolol están apareciendo en el mapa paltero chileno. Si antiguamente el límite productivo sur estaba marcado por la Región Metropolitana, la falta de agua impulsó la búsqueda de terrenos más australes.
“La producción de paltas lucha contra una sequía de 14 años. Ha sido muy resiliente, no ha crecido, pero no ha disminuido. Se han perdido una cantidad importante de hectáreas al norte de Santiago, pero ha crecido al sur de Santo Domingo y en la Región de O’Higgins”, afirma José Gabriel Correa, presidente del Comité de Paltas.
A diferencia de otras frutas, las paltas tienen una demanda fuerte. Ni siquiera la incertidumbre económica mundial ha mermado el apetito de los consumidores. Más aún, la demanda local es tal que casi la mitad de la producción nacional se consume en el mercado interno con precios que poco tienen que envidiarle a los de la exportación.
Sin embargo, el aumento de la producción paltera de Perú es visto con cuidado. Además de que los agricultores deben luchar contra los robos de materia prima y la industria busca avanzar hacia una producción sustentable.
Año de menor producción
Gonzalo Vargas, asesor agronómico, explica que el invierno pasado los paltos chilenos pudieron ser regados mejor. Las precipitaciones invernales fueron mayores a las de temporadas anteriores y se acumuló más nieve en la cordillera, lo que aseguró los riegos de primavera y verano.
Sin embargo, la temporada 2022/ 23 terminará con una baja en la producción.
“Cayó una helada histórica a finales de mayo. Fue muy dañina para frutales persistentes, como los paltos. Se afectó la ganancia de calibre de julio a septiembre. Además tuvimos una primavera más fresca, con uno de los octubres más fríos en años” explica Vargas.
Las últimas proyecciones del Comité de Paltas para la temporada 2022/23 rebajaron la producción en 15% sobre las expectativas originales. El organismo estima que el volumen de Chile llegará a 155 mil toneladas.
“Es una temporada que fue más bien a la baja. Si ves la historia de producción de palta en Chile es muy característico que se alternan temporadas “on”, de alto volumen, y “off” de menor producción. Tanto las características del árbol como determinadas condiciones climáticas hacen que sea un cultivo con ‘añerimo’”, argumenta José Gabriel Correa.
En todo caso, el mayor acceso al agua ayuda a mejorar las condiciones para la próxima temporada. Las lluvias ayudan a lavar las sales depositadas en el suelo, uno de los mayores problemas para los paltos en la Región Metropolitana, especialmente los más cercanos a la costa.
Una de las grandes diferencias de la palta sobre otras frutas es que puede permanecer en la planta por meses, por lo que los agricultores tienden a cosechar en el momento que pueden obtener la mayor rentabilidad. Por eso, el manejo agronómico está condicionado por la llegada de paltas desde Perú, que comienzan a dominar el mercado chileno a partir de mayo.
Las últimas paltas chilenas se cosechan en marzo para evitar chocar con las peruanas.
Mientras Chile mantiene una producción estable, Perú se ha convertido en La Meca de las inversiones palteras. De ser una industria casi inexistente hace unos años, el año pasado cerró con una producción cercana a las 600 mil toneladas, casi cuatro veces la chilena.
Para 2023 se estima que Perú debería producir cerca de 650 mil toneladas.
“Antiguamente costaba más que toda la industria chilena se alineara con los parámetros de calidad, como el de materia seca, que proponía el Comité de Paltas. Existía la tentación de cosechar antes para aprovechar los mercados desabastecidos. La presencia de productos peruanos naturalmente ha ordenado a los productores. Como país hoy tenemos una mejor calidad promedio, eso ayuda a sostener una buena demanda”, sostiene Francisco Rencoret, gerente comercial de La Rosa Sofruco.
Rodrigo Manzo, gerente general VCJ Asesorías Comerciales y Estratégicas, sostiene que la producción de Perú va a seguir creciendo por un tiempo, pues hay demanda en el mundo y hay inversionistas dispuestos a meterse en el rubro.
“En Perú hay gente metida en la caña de azúcar que se está cambiando a productos como las paltas, mangos y uva de mesa. Hay campos nuevos que están entrando en producción y en 2024 ese país va a superar las 700 mil toneladas de paltas. Sin embargo, el ritmo de plantación ha disminuido. Los viveros dicen que hay una desaceleración en las ventas. Los inversionistas están buscando zonas más baratas para producir, como Ecuador, Colombia o Guatemala, y que les permitan suplir en otras ventanas de la temporada”, sostiene Manzo.
Temprano cierre de exportaciones
Gonzalo Gajardo, gerente comercial de paltas y kiwis de Subsole, toma un lápiz y hace la raya para la suma de las exportaciones 2022/23.
“Esperábamos exportar más de 180 mil toneladas, pero vamos a lograr un poco más de 150 mil toneladas. Sin embargo, la temporada entregó buenos resultados en todos los mercados. Por ejemplo, se vieron precios muy buenos para los calibres grandes en Europa. Es la baja de stocks lo que explica los precios altos”, sostiene Guajardo.
Problemas productivos en Marruecos y España hicieron bajar la oferta en el Viejo Continente, el principal mercado externo para Chile. Mientras tanto la demanda por palta se ha mantenido estable, incluso frente a la crisis económica mundial y el temor de los consumidores europeos por la guerra en Ucrania.
A pesar de tener una buena demanda, las exportadoras chilenas cerraron sus envíos a fines de diciembre. A partir de enero se dedicaron a abastecer solo el mercado local. El costo de los fletes navieros y de logística interna dentro de Europa hizo más atractivo vender a los supermercados y centrales de abastecimiento chilenos.
La razón es que el mercado interno es muy fuerte. El consumo local supera los 9 kilos per cápita y el kilo puede superar los $5.000 en el retail.
De hecho, a mediados de marzo las pocas paltas por cosechar se pagaban a $3.500 el kilo a los productores.
“Tenemos un consumo alto gracias a que las personas que estaban en el Comité de Paltas en los años 90 decidieron hacer márketing dentro del país. Antes se consumían muchos tipos de palta, pero la gente comenzó a probar la variedad Hass, que tiene un mejor sabor y la demanda fue creciendo año a año. Hoy tenemos uno de los consumos per cápita más altos del mundo y somos la envidia de otros países productores”, sostiene José Gabriel Correa.
Para ventaja de los productores locales, el consumidor chileno es altamente educado en el consumo de paltas. Sabe diferenciar por calidad y está dispuesto a pagar por ella. De hecho, cuando el producto chileno compite con la oferta llegada desde Perú, la palta chilena tiene un precio superior en las tiendas.
Para este año se espera que en Chile el consumo de palta local llegue a 70 mil toneladas, mientras que las importaciones desde Perú deberían sumar 50 mil toneladas, las que cubren básicamente el consumo de otoño e invierno.
En todo caso, los productores deberán estar atentos a las novedades provenientes del norte de la frontera. Aunque hasta la semana pasada habían llegado unas 700 toneladas desde Perú, la producción peruana muestra retrasos en la adquisición de materia seca por parte de las paltas.
Adicionalmente, la naturaleza le está jugando una mala pasada a los productores peruanos. La llegada de El Niño ha traído lluvias y con ella aluviones, los que han dañado caminos y puentes. Esa situación volvería más dificultoso el inicio de las exportaciones, pero también marcaría un final más tardío de la temporada peruana, lo que obligaría a los palteros chilenos a demorar el inicio de las cosechas de la temporada 2023/24.