Disruptiva. Esa es la palabra que define al Grupo Hijuelas, dice Gaspar Goycoolea, presidente de la compañía que no solo es uno de los principales viveros de arándanos y plantas ornamentales del país -con una capacidad productiva del orden de los 30 millones de plantas al año-, sino que además ya suma producción frutícola con cerca de 800 hectáreas, de avellanos y cerezas, en el sur del país y trabajan con cerca de 550 personas de manera directa en los distintos espacios del grupo.
"La única manera de competir y desarrollarse hoy es siendo disruptivo. Porque estando en un rubro donde hay empresas muy grandes, ¿cómo les compites? Siendo disruptivo, integrando tecnología, buscando lo diferente", comenta en la oficina de las instalaciones de Hijuelas.
A la máxima anterior suman la de diversificar y la suma de ambas parece funcionarles.
El Grupo Hijuelas es en realidad un conjunto de empresas y que se ha concentrado no solo en importar variedades, sino que también en mejorar, adaptar las traídas e incluso en buscar desarrollos propios, y que hoy no solo está en Chile, sino también en Perú, México, Holanda, Sudáfrica, en tanto sus plantas llegan prácticamente a todo el mundo.
Así han logrado posicionarse entre los mayores propagadores de plantas de arándanos del hemisferio sury entre los cinco mayores del mundo, representando variedades de buena parte de los principales desarrolladores del globo y de los tres mayores del mundo de reproducción de avellano europeo.
La disrupción también está en apostar por desarrollar nuevos productos que acompañen la producción, propagación y la búsqueda de nuevas alternativas, con por ejemplo, plantas endémicas; cultivos poco conocidos en el país y búsqueda de usos alternativos para los propios desechos, como las hojas o las cáscaras de la producción frutícola sureña.
El ayer y el hoy
Fue en 1967 cuando Juan Sone Mizunuma creó el vivero Hijuelas. Allí reproduciría flores y plantas ornamentales, a través de semillas híbridas y un laboratorio de micropropagación, y comenzó a crecer.
Hacia principios del 2000, Sone Mizunuma reparte la empresa inicial entre sus dos hijos. La marca e instalaciones al borde de la carretera en Hijuelas quedan en manos de Patricia, quien, junto con su marido -Gaspar Goycoolea-, comienza la expansión hacia nuevos rubros, como la reproducción de frutales, que hoy incluye además arándanos -tienen la representación de la mayor parte de los desarrolladores globales de esta especie-; avellano europeo con las variedades de Oregón, granado, almendros, frambuesas, mora, cerezas y kiwis.
"Esta es una empresa cien por ciento familiar", comenta Goycoolea, aunque agrega que en algunos de los emprendimientos, como los de los avellanos sureños, se han asociado con otras familias.
Hoy en el Grupo Hijuelas, cada uno de los integrantes del clan Goycoolea Sone -cuatro agrónomos y un ingeniero comercial- tiene un cargo de responsabilidad. Así, Patricia Sone es la gerente de la división científica; su marido, Gaspar Goycoolea, presidente del grupo y por 25 años gerente general, cuenta que Juan Ignacio Goycoolea, quien hoy está a cargo del área internacional, se hará cargo de la gerencia general; en tanto Gaspar Andrés seguirá a cargo de la Gerencia de Administración y Finanzas, y Vicente, el único no agrónomo, será gerente de la zona sur, donde cuentan con laboratorios y plantaciones productivas.
Goycoolea padre reconoce que trabajar en familia no siempre ha sido fácil, pero recalca que, en la suma y resta, el resultado es positivo.
Enfrentados a decisiones como introducir una nueva variedad o realizar una nueva inversión, se conversa entre todos. "Se discute si tiene un futuro. Si es algo por uno o dos años, mejor no entrar. Uno propone, se conversa y se decide apostar por aquello que creemos que es lo más innovador, lo que generará un aporte y una diferencia, ya sea en la forma de hacer las cosas o en un nuevo producto", cuenta.
El salto tecnológico se produjo primero en el trabajo con los bulbos. "Cuando se tiene la genética, viene la reproducción. Fue en el camino de la propagación masiva que comenzamos a desarrollar técnicas y capacidad de propagación", comenta Goycoolea. Y agrega que "llegamos a ser los mayores productores de bulbos de lilium del mundo".
El primer gran impulso hacia el ámbito frutícola, cuenta Goycoolea, lo tuvieron de Hortifrut y Víctor Möller, a principios de los 2000, para quienes comenzaron a reproducir sus variedades de arándanos y frambuesas, lo que siguen haciendo hasta hoy y para lo que cuentan incluso con predios de engorda específicos.
De ahí comenzaron a sumar representaciones de la mayor parte de los desarrolladores de variedades de distintos berries del mundo y, en simultáneo, a crecer en tecnología propia que les permitiera diferenciarse del resto de la industria.
En el intertanto, nuevos cultivos, como cerezas y avellanos europeos, comenzaron a ganar hectáreas en el país. Fue entonces cuando, hace unos ocho años, decidieron mirar más allá de la zona central.
"Vimos cómo la sequía y el cambio climático estaban ya cambiando las formas productivas. Vimos que necesitábamos buscar una zona que no tuviera el mismo impacto y pensamos en las zonas ganaderas del sur. Cuando llegamos a Osorno con el primer vivero de avellanos y parte de la engorda, nos miraban como pájaros raros". Hoy ya tienen instalado un laboratorio de genética y propagación, que es considerado el más moderno de Latinoamérica; 17 hectáreas de viveros, además de 75 hectáreas de cerezas y 700 hectáreas de avellanos europeos, los que son en asociación con la familia Mohr.
Conocimiento propio
El núcleo de la empresa es el Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación, "a donde van a parar todas las ideas", comenta Goycoolea. Allí la líder absoluta es Patricia Sone.
"Ella es la cabeza detrás de todos los nuevos desarrollos de tecnologías, quien las lleva a cabo y las impulsa. En Hijuelas venimos trabajando con propagación in vitro en avellanos, desde hace más de 10 años", cuenta Goycoolea.
Así, la única mujer del clan Goycoolea Sone -quien prefiere mantener un muy bajo perfil- es quien desarrolla las técnicas de validación, implementa programas de testeo y trazabilidad, lidera investigaciones y crea nuevos productos que apoyan a la propagación.
Goycoolea explica que cada especie y variedad que trabajan involucra no solo la propagación en el laboratorio, sino que además la validación en todos los niveles.
Fue lo que hicieron, por ejemplo, con las variedades de avellanos europeos de Oregón, Estados Unidos: un proceso de validación de material meristemático que luego fue validado en campo en distintas zonas del país. De ahí surgió un conocimiento propio.
"Se fue generado el know how para poder desarrollar la combinación de polinizante específico e ideal de acuerdo con la ubicación local del huerto", comenta Goycoolea.
Incluso hoy están validando las variedades más al sur de Osorno, llegando ya a zonas de Llanquihue.
Cuarenta hectáreas cubren hoy los invernaderos en Hijuelas. Allí hay tres naves nuevas, instaladas durante la pandemia. En una de ellas, junto a unas mesas altas, sentadas en cómodas sillas, las mujeres seleccionan las miniplantas de arándanos. Un robot coloca cada plantita en su receptáculo en una bandeja. Desde ahí serán trasladadas a otras naves donde serán monitoreadas hasta que estén listas para ser trasladadas a las zonas de engorda, en otras áreas de la zona.
"En los viveros utilizamos tecnología propia, así como lo que se aprende de otros. Todo se va insertando en el sistema", comenta.
No todo son plantas
A medida que fueron adentrándose y creciendo con los frutales comenzaron a asomar nuevas necesidades y problemas que abrieron la puerta a desarrollos de productos paralelos, que se transformaron en nuevas empresas del Grupo.
"Siempre estamos intentado inventar cosas nuevas. Por ejemplo, con la tierra de hoja, el objetivo fue avanzar a no utilizarla. Entonces generamos nuestro compost de cortezas", cuenta Goycoolea, explicando que para ello utilizan sus propios desechos. Reconoce que el avance hacia la economía circular se da "no porque estuviéramos buscando una solución ambiental, sino más bien fue surgiendo cuando buscábamos formas que nos llevaran a no tener que depender de terceros", cuenta.
Además, el crecimiento se hace con tecnología: Así, por ejemplo, en Osorno, plantaron todo con riego por goteo y con sensores y monitoreo que permiten ahorrar agua.
La pandemia los golpeó, "en todas las áreas", pero la búsqueda no se detiene. Así siguen investigando, entre otras cosas, un nuevo uso para las hojas secas y otro para las cáscaras de los avellanos europeos, con los que pretenden generar nuevos productos, de los que por ahora prefieren no hablar.
También miran con atención otros cultivos como el castaño y dos especies endémicas: la murtilla, con la que trabajan a través de un programa del INIA y propagan ya una de sus variedades domesticadas, y el maqui, con el que están trabajando en la búsqueda de factores específicos para desarrollar una variedad que genere fruta de calidad y homogénea.
La responsabilidad de seguir avanzando es grande, dice Goycoolea, porque en las distintas áreas de la empresa, trabajan de manera directa cerca de 600 personas, algunos de los cuales partieron con Juan Sone y otros que ya son la tercera generación.
La mirada al futuro
Los viveros son claves para la producción alimentaria, al producir las plantas que luego entregarán los alimentos. Por lo mismo, tienen el pulso de cómo se moverá el sector productivo, especialmente el frutícola. La percepción de Goycoolea no es halagüeña.
"Si bien en Chile hay mucho conocimiento, mucha capacidad, una fuerza increíble, que muchas veces no se conoce y que son de nivel mundial, pero, en los últimos 10 o 12 años, en el país el sector frutícola viene en franco descenso. La uva de mesa, en franca caída; la palta pierde terreno y también hay una salida importante de conocimientos y de personas lo que implica una pérdida de capacidad clave para el país", dice.
Las causas son diversas, pero hay factores muy claros que impactan la competitividad chilena, dice, como la inseguridad, la incerteza sobre la inversión a largo plazo, el poco positivo escenario hídrico, una mano de obra cada vez más volátil y menos eficiente.
Por lo mismo cree que es esencial realizar cambios en la forma de hacer empresa y trabajar. "Hay que educar no solo a la mano de obra, capacitarla, sino también a la parte empresarial. Hay que hacer los negocios de una manera diferente. Hay que hacer un cambio, porque el mundo está cambiando. La mirada de empresa tiene quer diferente. Hay que crear un sistema de mayor cooperación, tanto entre los trabajadores con los empresarios, generando unión para trabajar unidos; como entre los mismos empresarios. La unión es lo que nos fortalecerá a nivel productivo y para poder competir en los mercados".
También ve con preocupación la creciente competencia y la pérdida de fuerza de Chile en los mercados internacionales, ante lo que propone una reacción más potente y ágil a nivel institucional para estar al día con los cambios que se producen a nivel productivo y de consumo.
Se refiere a que la demanda por nuevas características, variedades e incluso tipos de frutas cambia rápidamente a nivel global, pero introducir una nueva variedad en el país es un proceso lento, que implica que cuando ese nuevo frutal está empezando a producir, la variedad puede estar ya en baja en el gusto de los consumidores.
"Chile tiene mucha capacidad y conocimientos, mucho desarrollo, pero requiere agilizar procesos que en otros países como Perú fluyen de manera mucho más ágil. Es esa posibilidad lo que les permite ir actualizándose de manera permanente de acuerdo a las necesidades de los mercados. Hay que seguir cuidando, con la misma responsabilidad y rigurosidad que hasta ahora, nuestro patrimonio fitosanitario, pero también tenemos que tener la flexibilidad para poder responder a las demandas crecientes en términos de consumo, productivas y por supuesto sociales", dice.
Goycoolea recalca que no solo se requiere estar constantemente mirando el entorno y anticipándose a las tendencias que puedan venir: "El cambio es una constante. Si no se cambia, se muere. Pero también hay que tener el juego de piernas que permita hacer los giros que se requieren en el momento adecuado".