“Llevo muchos años en este negocio y para mí la peor temporada había sido la anterior, que fue incluso peor que la crisis de las uvas con cianuro, pero hoy tengo que decir que esta es la peor temporada, porque económicamente es un desastre”, dice con la voz preocupada a través del teléfono Fernando Sat, gerente de operaciones de la exportadora BB Trading (Río King).
Si bien al inicio de la temporada se esperaba una recuperación respecto de la campaña anterior —en la que la producción de uvas de las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O’Higgins se vio seriamente afectada por las lluvias ocurridas en enero de 2021, lo que mermó con fuerza el volumen de envíos y los resultados de las exportaciones—, los mayores costos de los fletes marítimos, sumados a una inédita dificultad para enviar las uvas a través del puerto de Valparaíso y demoras en la llegada a Estados Unidos, su principal destino, conjugaron otra temporada para el olvido.
La mayoría de los productores todavía no ha recibido las liquidaciones finales, que deberían cerrarse entre agosto y comienzos de septiembre, pero la sensación general es que los resultados serán malos, incluso peores a los de la campaña pasada, muchos con números rojos.
“No está todo definido en las liquidaciones, pero buena parte ya lo está y los resultados son malos”, asegura Manuel José Alcaíno, presidente de Decofrut.
Sin embargo, advierte que en el caso de los productores de las regiones de Atacama y Coquimbo habría sido una buena temporada, ya que los problemas logísticos se agudizaron a partir de marzo, afectando con más fuerza a la producción de la Región de Valparaíso al sur, que representan el grueso de los envíos chilenos.
Valparaíso, colapsado
La uva de mesa es una especie consolidada desde hace muchos años en Chile, por lo que esta temporada no hubo un aumento explosivo de la cosecha, sino que las exportaciones solo se recuperaron en relación con la campaña anterior y sumaron unos 74,2 millones de cajas —por debajo de los 82 millones de cajas que se proyectaban al inicio de esta temporada—, en un nivel similar a lo enviado en 2019-2020.
Normalmente, buena parte de las uvas se envía a Estados Unidos en barcos refrigerados, también conocidos como buques cámara, donde la fruta viaja en pallets y no se requiere un contenedor, los que zarpan desde el puerto de Valparaíso.
Este año eso no ocurrió, ya que en el terminal marítimo se habría dado preferencia a los barcos con carga en contenedores, obligando a los exportadores de uvas a buscar vías alternativas, como Caldera y Coquimbo, e incluso San Vicente y Coronel, en la Región del Biobío, elevando los costos del transporte terrestre para llegar hasta los puertos, a lo que se sumó el alza transversal de las tarifas navieras, de hasta 200%.
“Si en la próxima temporada Valparaíso no toma conciencia de que tiene que atender las naves refrigeradas, como industria no vamos a poder ir a los otros puertos, porque no vamos a existir… Hubo que pagar cifras irrisorias por el transporte terrestre y así este negocio no resiste”, advierte Fernando Sat, quien también preside el Comité de Uva de Mesa de la Asociación de Exportadores de Frutas (Asoex).
En ese sentido, considera urgente que el Gobierno inicie un diálogo con los puertos para que las frutas tengan prioridad, ya que se trata de alimentos perecibles.
“Estamos en el proceso de reunirnos como industria frutícola con las navieras y autoridades, para explicar el problemón en el que estamos, donde la principal ayuda que necesitamos es que se declare a la fruta como un bien esencial, con prioridad en los puertos”, plantea.
Fumigación lenta
Debido a exigencias sanitarias de Estados Unidos, la uva de mesa chilena debe ser fumigada con bromuro de metilo para ingresar a ese país, lo que en forma inédita presentó problemas este año, debido a la decisión del puerto de Wilmington —en la costa este— de no recibir contenedores para fumigar, provocando esperas de varios días para cumplir con ese requisito, que además exige aumentar la temperatura de las frutas, mermando su calidad.
“Agregado a eso, el mercado estaba muy lento y no se movió todo lo rápido que se necesitaba para las uvas, por lo que en muchos casos una vez que estaban fumigadas igual hubo que seguir esperando para venderla”, explica Manuel José Alcaíno.
La lentitud se explicaría en parte por la menor calidad, algo que también habrían experimentado las uvas peruanas, que pese a no requerir ser fumigadas para entrar a Estados Unidos, sí se encontraron con un mercado deprimido, con precios más bajos y menor movimiento.
“Las uvas peruanas también llegaron más tarde producto de los problemas logísticos; tuvieron muchas de las mismas complicaciones, por lo que no sacaron ventaja de esto y también fue una temporada complicada para ellos”, añade Alcaíno.
Precios bajos
Si en un año normal un envío de uva de mesa puede tardar hasta 30 días para estar disponible en el mercado estadounidense, esta temporada se demoró hasta 90 días, explican en la industria, por lo que hubo un volumen no menor —que están calculando en la Asoex— que se fue a la basura, lo que también implica un costo adicional.
“Todos los costos extras los paga la fruta y, por ende, el productor. En general han hecho bien su trabajo y el recambio varietal, pero la logística es un área que no maneja y este año jugó una muy mala pasada”, afirma Fernando Sat, y teme que los resultados sean muy negativos para los fruticultores.
En cuanto a los precios pagados para la uva en Estados Unidos, si bien al inicio de la temporada se registraron valores récord, por encima de los de la temporada pasada, a contar de marzo el panorama cambió drásticamente con la llegada de un mayor volumen de fruta chilena y su débil condición por los retrasos.
“Las uvas blancas sin semillas obtuvieron los mejores resultados en promedio en Estados Unidos, con un precio FOT de US$ 3,4 por kilo, mientras que el grupo de variedades con menor desempeño fueron las negras sin semilla, con un promedio de US$ 2,9 por kilo”, detalla Camila Miranda, analista de iQonsulting.