Con el objetivo de mejorar la conservación del forraje ganadero, investigadoras del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), ambas de Argentina, están desarrollando un bioinoculante compuesto por una serie de bacterias deshidratadas por secado spray que alargará la conservación del forraje y aumentará su nivel de materia seca, entre otros beneficios.
“El empleo apropiado del bioinoculante permite controlar y dirigir la fermentación microbiana favoreciendo la rápida disminución del pH, evitando la proliferación de microorganismos indeseables (alteradores y patógenos), la producción de nitrógeno amoniacal, entre otros”, explica Jesica Blajman, especialista del Instituto de Investigación de la Cadena Láctea (Idical) del INTA/Conicet.
Lo anterior se traduce en que, una vez que el forraje aplicado con el bioinoculante es abierto para su consumo y expuesto al aire, se mantiene estable y sin señales de deterioro microbiano, ya que su proceso de fermentación —que origina hongos y bacterias que alteran el alimento— tardará mucho más en iniciar.
Esto ayudará a extender la vida útil del forraje en, al menos, 96 horas, según los ensayos que se han realizado hasta el momento en silos de alfalfa y de avena mezclada con vicia.
“Al culminar el ensayo de deterioro aeróbico (pasadas 96 h desde la apertura de los silos), el control superaba en promedio la temperatura ambiente en 10°C, mientras que los silos con inoculante nativo aún se mantenían estables”, dice Blajman.
La aplicación también disminuyó la proporción de hongos respecto al grupo control.
“En promedio, el inoculante nativo logró reducir el recuento de hongos y levaduras en aproximadamente 1 log10 UFC/g, en comparación con el grupo control”, detalla Mónica Gaggiotti, especialista en investigación y desarrollo del INTA.
La especialista agrega que, además, la aplicación del compuesto incrementó la cantidad materia seca (MS) y el contenido de ácido láctico respecto del grupo control, factores que permiten, entre otras cosas, mantener una excelente palatabilidad del alimento.
En el caso de los silos de alfalfa, en promedio, el contenido de MS del grupo control fue de 317 g/kg y el del grupo inoculado 323 g/kg. El contenido de ácido láctico del grupo control fue de 62.9 g/kg de MS y el del grupo inoculado 70.9 g/kg de MS.
Mientras que, en los silos de avena mezclada con vicia, el contenido de MS del grupo control fue de 463 g/kg y el del grupo inoculado 498 g/kg. En tanto, el contenido de ácido láctico fue de 24,8 g/kg de MS en el grupo control y 57,3 g/kg de MS en el grupo inoculado.
La aplicación también redujo el pH y la concentración de etanol y nitrógeno amoniacal/nitrógeno total en comparación con el grupo control tanto en el silo de alfalfa como en el de avena con vicia. Esto es fundamental para evitar procesos degradativos dentro del forraje.
“El pH es un indicador en el proceso de fermentación, constituye una de las transformaciones más radicales que ocurren en el silo, y tiene estrecha relación con los procesos degradativos durante la conservación”, dice Gaggiotti.
Microsilo de alfalfa. En este tipo de forrajes, el contenido de materia seca (MS) del grupo control fue de 317 g/kg y el del grupo con el bioinoculante fue de 323 g/kg.Crédito: Gentileza INTA
Consideraciones para la aplicación del bioinoculante
Para utilizar adecuadamente el bioinoculante se debe realizar una preparación previa.
Primero, los cultivos bacterianos deshidratados que componen a este producto deben ser suspendidos en agua a una concentración final de 1x106 UFC/g —en la mezcla no se debe utilizar cloro, ya que este destruirá los organismos del bioinoculante—.
Tras esto podrá ser asperjado con equipos de aplicación de inoculantes. En la actualidad, dicen las investigadoras, existen tanto máquinas picadoras como embolsadoras de forrajes que tienen incorporados este tipo de tecnologías, facilitando su uso.
Una vez que el bioinoculante ha sido aplicado, podrá ser conservado en un refrigerador para ser utilizado nuevamente en el futuro.
“Es esencial que los inoculantes sean estables para que apliquemos al forraje los niveles correctos de bacterias vivas. El inoculante nativo que estamos investigando presenta excelente viabilidad cuando es conservado a temperatura de refrigerador”, dice Jesica Blajman.
Lo anterior ayuda a aumentar la calidad de forraje, mejora su estabilidad aeróbica una vez que el silo es abierto para su consumo y mantiene las características de palatabilidad del producto, favoreciendo su aceptación por parte de los animales.
Esto se logra, fundamentalmente, porque el bioinoculante ha sido desarrollado utilizando bacterias ácido lácticas (BAL), las que permiten regular la fermentación láctica que naturalmente se produce en los forrajes y que, de no controlarse, puede estropear el alimento.
“La fermentación láctica (…) puede inducirse, controlarse, estandarizarse y mejorarse mediante el empleo de inoculantes para silos, formulados principalmente con BAL”, complementa Blajman.
El bioinoculante ha sido desarrollado utilizando bacterias ácido lácticas (BAL), las que permiten regular la fermentación láctica que naturalmente se produce en los forrajes y que, de no controlarse, puede estropear el alimento.Crédito: Gentileza INTA
Respecto a una posible comercialización del producto, todos los profesionales que colaboran en esta línea de investigación esperan realizar una transferencia exitosa del mismo en el futuro. De cualquier forma, aún son cautos respecto a la posibilidad de posicionarlo en el mercado.
“En primera instancia, el campo de acción y los ensayos deben ampliarse a otros cultivos de importancia productiva, para definir si los resultados positivos se sostienen en el tiempo y en diferentes vegetales ensilados. Además, estos ensayos son en micro silos, luego escalaremos y evaluaremos en silo bolsas usados en el campo”, puntualiza Gaggiotti.