Una mejora en la calidad del bolo que se confecciona o que se compra, puede resultar en mayores pesos al destete para los crianceros y/o menores necesidades de suplementos nutricionales para lograr destetar terneros del mismo tamaño.
Por ello, la conservación de forraje a través de bolos, también llamado henolaje, se ha vuelto una práctica cada vez más común en los campos del sur de Chile. Esta técnica permite mantener un nivel de materia seca de entre 35% y 65%, lo que lo diferencia del ensilaje, donde la materia seca fluctúa entre 18% y 35%.
Por esta característica, el henolaje ha adquirido una gran relevancia en los últimos 15 años, tanto en los sistemas crianceros, así como en la recría y engorda tanto en Chile como en el mundo. En Europa, por ejemplo, entre el 30% y 80% del total de forraje se conserva con esta técnica.
Una de las grandes ventajas que entrega este sistema es la facilidad para comercializarlos, almacenarlos, una menor dependencia del clima, y la calidad nutricional posible lograr.
Es más, en la zona sur del país, la confección de dichos bolos tiene un costo que fluctúa entre $ 10.000 y $18.000 por unidad, dependiendo de la región y de la cantidad de hectáreas contratadas.
Considerando la sequía que impera en el país, provocando que el pasto escasee y las reservas forrajeras se agoten tempranamente, es fundamental tener en consideración qué aspectos afectan la calidad y el tiempo de almacenamiento de estos bolos, para sacarles el máximo provecho.
Una confección de calidad
Un bolo de buena calidad requiere una materia prima de excelente, sin embargo, eso no lo es todo puesto que, si su confección no es correcta, el producto final será de pésima calidad lo que podría llevar a que los animales no lo consuman.
Por ello, es fundamental tener en consideración los siguientes aspectos:
Contenido de materia seca (MS):
El contenido de MS al momento de confeccionar el bolo determina, junto a otros factores, la calidad de la fermentación.
El mínimo de MS debe ser de 40%, aunque lo ideal es que sea de 45%, ya que este rango es óptimo para el desarrollo de las bacterias ácido lácticas (BAL), limitando al mismo tiempo el crecimiento de varios microorganismos indeseables.
Un forraje con un nivel de MS menor al señalado, además de presentar mayor humedad, tendrá exceso de efluentes y también un mayor riesgo de fermentación por bacterias clostridiales, las que descomponen las proteínas y producen más ácido butírico, reduciendo la palatabilidad y el consumo por parte de los animales.
Además, altos contenidos de humedad complicarán el almacenamiento, ya que los bolos terminarán deformándose o “desinflándose”, independientemente de la posición en que se los deje, sea parados o acostados, aumentado con ello las pérdidas totales y encareciendo el costo por kilo de materia seca.
Por otro parte, si el forraje tiene un contenido de MS demasiado alto —sobre el 65%— será más difícil lograr una buena compactación generándose bolsas de aire, lo que provocará la aparición de moho y, en consecuencia, la pérdida del forraje.
Dado lo anterior, es de vital importancia que el corte del forraje se realice con una segadora acondicionadora, lo que acelerará la pérdida de humedad del forraje.
Una vez envuelto el bolo en el polietileno estirable comenzará el proceso de fermentación anaerobia, que permitirá alcanzar un pH final inferior a 4,2, el que se considera suficiente para reducir los riesgos de fermentación clostridial en todos los forrajes.
Asimismo, como resultado del premarchito se observará también una reducción en la actividad hídrica del forraje y con ello se evitará el potencial desarrollo de las bacterias clostridiales.
Compactación:
Los bolos con mayor densidad y bien envueltos requieren menos plástico, se compactan mejor y tienen menores costos —hay menos agua y más alimento por bolo—, una mayor facilidad para incluir en dietas de Ración Total Mezclada (TMR, por sus siglas en inglés) y una mayor vida de almacenamiento.
Todo ello contribuye a un mejor valor nutricional del henolaje y un aumento en el nivel de MS (aunque las mayores densidades se observan en bolos con contenidos de MS de entre 50 y 70%).
Por ello, para alcanzar una alta densidad y compactación, lo ideal es utilizar máquinas emboladoras o rotoempacadoras sean de cámara variable o fija.
Las de cámara variable logran una mayor compactación del material en bolo. Sin embargo, las de cámara fija son las que predominan en el mercado chileno.
De cualquier forma, la introducción de los sistemas de picado ha logrado mejorar en hasta 15% la densidad de los bolos.
Para maximizar la eficiencia de los sistemas, lo ideal es trabajar con una presión de 2.000 psi (138 bares) o la máxima posible del equipo.
La presión nunca debe ser menor a 1500 psi (103 bares), ya que cuando la presión es muy baja el bolo tendrá una forma de barril y presentará formas irregulares (vacíos) en los bordes que quedan con aire, resultando de una inadecuada densidad y compactación, resultando en la formación de moho.
Lo recomendable es que el bolo sea lo más suave (liso) y continuo posible.
Cuando los bolos presentan bajas densidades se registra un aumento en la temperatura de este que puede superar los 50 ºC, activándose procesos de proteólisis reduciendo con ello el valor nutricional, ya que afecta la disponibilidad de proteína cruda para el animal.
En tanto, cambios diarios en la temperatura ambiente también pueden promover la condensación en la capa interna de plástico en estos vacíos del borde del bolo, creando condiciones favorables para el crecimiento de levaduras, mohos u otros microorganismos dañinos.
Envoltura:
El plástico que se utiliza para envolver los bolos es sensible al daño físico, ya sea por manipulación o bien por animales (ratas, aves, otros).
En general, la recomendación es que no deberían usarse menos de 4 capas de plástico con una superposición de 50%.
Sin embargo, con 6 capas se tiene más seguridad contra los daños físicos que pueden presentarse también durante la manipulación de los bolos para su transporte y almacenamiento.
Se ha registrado que la superficie con moho en bolos con 6 capas de plástico es 4,6 veces menor que en bolos con 4 capas. Además, estos no presentan perforaciones las que permiten la entrada de oxígeno deteriorando el henolaje.
Por ejemplo, una perforación de 2,4 cm puede llegar a generar una pérdida del 33% de la MS.
Si bien un aumento en el número de capas contribuye a aumentar la calidad del ensilaje también conduce a incrementos a veces prohibitivos en los costos, y a preocupaciones ambientales debido a la necesidad de desechar el plástico adicional.
Se debe buscar un equilibrio entre calidad y duración del bolo, para ello se debe considerar también un plástico con protección ultravioleta de buena calidad.
¿Cuánto esperar para la envoltura?
Otro factor que afecta la calidad del henolaje es una demora excesiva en la envoltura del bolo. Esto ocurre porque al pasar las horas y/o días se produce una reducción de los carbohidratos disponibles para la fermentación, debido al proceso de respiración del tejido vegetal y de los microbios, resultado un pH final más alto (indeseable).
Un mayor tiempo de espera también implica mayores temperaturas del bolo. Por ello, lo ideal es envolver inmediatamente, a las pocas horas o bien a más tardar 24 horas después de confeccionado el bolo.
Criterios de compra
Actualmente se paga un precio fijo por unidad (bolo) pero lo cierto es que a veces resulta ser una lotería, pues no se sabe con certeza la calidad de estos.
Lo ideal se debería pagar por los kg de materia seca, o mejor aún, por los nutrientes (proteína o energía) que contiene el bolo.
Suponiendo que hay dos bolos con distintos contenidos de materia seca de 38% vs 45% MS, y que por ambos se pagó $ 30.000 peso fresco y asumiendo que el volumen y diámetros son los mismos, en realidad se están comprando 27 kilos de MS menos en el caso del bolo con 38% MS.
En otras palabras, en el primer caso se paga $147 por cada kilo de MS, mientras que en el segundo $130, es decir, $17 menos por kilo de MS en el bolo con 45% MS.