Hace algunas semanas estuve trabajando en Europa -en España y Francia-, donde fui testigo de los estragos generados por las altas temperaturas de verano -más de 45°C por un periodo prolongado- en distintos huertos de nogales y avellanos europeos.
Allí pude ver situaciones graves que iban más allá del estrés térmico producido por las altas temperaturas. Aprecié plantas con hojas secas en los sectores de mayor irradiación y con problemas fitosanitarios, como bacteriosis y presencia de hongos, lo que, por cierto, no solo generó problemas en la productividad y la calidad de la fruta obtenida en la actual temporada, sino que comprometería los resultados de la siguiente.
Huerto de avellanos europeos en Beaumont, Francia. Crédito: Jean Paul Joublan.
Si bien es improbable que una situación tan extrema ocurra en Chile durante el próximo verano, el cambio climático y sus efectos nos hacen creer que un escenario como este es perfectamente posible en el mediano plazo.
Por lo mismo, es tremendamente importante que los productores conozcan y se vayan familiarizando con herramientas y medidas que permitan enfrentar las consecuencias generadas por las altas temperaturas y el estrés térmico, sobre todo en especies como el nogal y el avellano europeo, que eventualmente podrían verse muy afectadas.
Riego y otras herramientas
En ese sentido, una de las medidas más importantes que pueden tomar los productores para enfrentar una situación de altas temperaturas y estrés térmico es preparar de la mejor forma posible sus equipos de riego.
Esto, en la práctica, significa calibrarlos y configurarlos para que sean capaces de trabajar a su máximo potencial y así solventar la demanda hídrica de las plantas que en verano es muy alta. Para ello hay que revisar bien los sectores de riego, de modo que nos cercioremos que se está gastando la cantidad de agua que presumimos.
En el caso de tener un sistema de riego por microaspersión o aspersión, el productor podría, en condiciones extremas, jugar con el tema de la evaporación del agua, lo que a su vez ayudaría a disminuir las temperaturas del ambiente. De esta forma, si regamos una noche completa, al otro día podríamos tener que esa evaporación de agua nos ayudará a bajar la temperatura ambiental.
Los productores también pueden acudir a algunas herramientas que los pueden ayudar.
Una de ellas son los bloqueadores solares, productos que generan una capa protectora sobre la hoja y el fruto y que bajan su temperatura. En el caso del nogal, estos productos también podrían ser aplicados en la madera, con el fin de protegerla del golpe de sol.
Estos productos, que están hechos en base a caolinitas, diatomeas (Biocilicio) y compuestos cálcicos, deben ser aplicados desde que comienzan a generarse las condiciones para el golpe de sol, lo que dependerá de la zona del país.
Los bloqueadores deben aplicarse 2 a 5 veces por temporada en dosis de 20 a 50 kg/ha.
Es importante considerar que su aplicación, en general, puede llegar a $150.000-$400.000 por hectárea. Por lo mismo, su utilización debería depender de la condición en que se encuentre la producción. Así, si esta se encuentra en grave riesgo de sufrir daño, su uso aparece como fundamental. Si el panorama es otro, es decir, el nivel de daño es acotado, tal vez se pueda prescindir de ellos.
Nogales Chandler con protector solar para evitar golpe de sol y enfermedades de la madera. Crédito: Jean Paul Joublan.
Atención con el suelo
Los productores también deberían preocuparse de disminuir la radiación directa sobre el suelo del huerto, con el fin de bajar la temperatura ambiental.
Este es un aspecto muy importante, sobre todo para los nogales, ya que existe evidencia de que ante una alta temperatura del suelo la incidencia de enfermedades como Phytophthora es mayor.
Para ello se pueden usar herramientas como el mulch -sobre todo el orgánico- o coberturas vegetales, como paja o capotillo de arroz, las cuales ayudan a disminuir la evaporación del suelo y mantener su humedad estable por más tiempo.
Una alternativa para los suelos que mantengan poca humedad sería incorporar materia orgánica de cualquier tipo, como guano u otra, que aumente la capacidad de retención de humedad en el mediano y largo plazo.
Huerto de Tonda di Giffoni, ubicado en la Región del Maule, con coberturas vegetales naturales. Crédito: Jean Paul Joublan.
En el caso de tener suelos con poca retención de agua o muy arenosos, se pueden realizar cambios a algunas porciones del mismo que ayuden a que las plantas soporten de mejor forma estas condiciones.
Esto, en la práctica, se relaciona con la construcción de surcos en determinadas zonas del suelo cercanas a las raíces de las plantas, los cuales deben ser rellenados con tierra o alguna materia orgánica capaz de retener mayor humedad.
Existen productos que pueden aplicarse por el fertirriego como polímeros y que pueden retener mayor humedad en el suelo.
Hay que tener en consideración que el viento en un verano con altas temperaturas puede contribuir también a generar una condición de estrés en las plantas, ya que aumenta su evapotranspiración reduciendo la capa límite de las hojas.
Una herramienta que podría ayudar a evitar esta condición, sobre todo en las caras del huerto más expuestas al sol, son las cortinas cortaviento, ya sean las naturales o artificiales.
La genética en avellanos
Si se desea establecer un huerto de avellanos europeos en una zona que estará expuesta a un contexto de altas temperaturas y déficit hídrico en el verano es importante considerar la genética que se utilizará.
Así, por ejemplo, en el caso de los avellanos europeos -especie que no está adaptada a condiciones de baja humedad relativa y excesos de temperaturas-, lo mejor sería apostar por una variedad como Barcelona, que es más rústica que Tonda di Giffoni, la favorita de la industria.