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Consideraciones para realizar un eficaz lavado de sales

Conocer la calidad del agua con la que se va a regar y su nivel de concentración de sales, además de manejar adecuadamente los tiempos de ejecución de los riegos y utilizar herramientas tecnológicas para apoyar la gestión, entre otras cosas, son algunos de los requerimientos para realizar un buen lavado y así enfrentar los nocivos efectos de la salinidad.

Lunes, 18 de julio de 2022 a las 8:30
Francisco González
Francisco González

Existe consenso. Tanto los modelos científicos y los datos estadísticos históricos como el recogimiento de los glaciares y el creciente debilitamiento del bosque esclerófilo (espinos, peumos, quillayes, boldos) demuestran que la pluviometría ha disminuido significativamente en los últimos 15 años. A modo de referencia, en la cuenca del río Maipo, a la altura de los glaciares del río Olivares, una de las subcuencas que más aporta al caudal del río Maipo se extendía, hasta hace 150 años, una masa de hielo de 110 km² de superficie. Sin embargo, en la actualidad estos glaciares cubren solo 54 km², debido al aumento de las temperaturas de la atmósfera en altura

Esta situación es especialmente problemática para la actividad agrícola, ya que además de disponer de menos agua para desarrollarse, tendrá que convivir de forma más cercana con problemas como la salinidad.

En ese contexto, llevar a cabo un adecuado y eficaz lavado de sales en los suelos agrícolas resulta fundamental para asegurar un adecuado desarrollo de las plantas y, con ello, alcanzar las metas productivas que se proponga el productor.

El efecto de la salinidad

La mayoría de las plantas cultivadas son sensibles a manifestar una reducción de su producción incluso con niveles considerados bajos de salinidad en el agua de riego. En el caso del palto, por ejemplo, se ha reportado que esto ocurre con un nivel de 0,8 dS/m de CE y de 1,0 dS/m en el suelo CE en pasta saturada.

Un aumento de la concentración de sales en agua de riego y la subsecuente acumulación en la solución del suelo inhiben el crecimiento y alteran las relaciones hídricas dentro de la planta. La apertura estomática, que corresponde a la transpiración e intercambio gaseoso de la planta con la atmósfera, se ve dramáticamente afectada. En la planta completa se produce una reducción de la transpiración como consecuencia del efecto osmótico de una alta concentración de sales en la rizósfera. Los iones de cloruro y sodio son acumulados en las hojas y provocan daños en la maquinaria fotosintética, en los cloroplastos, y en el caso del sodio, afecta la regulación del pH del citoplasma. Todo lo anterior se manifiesta como una quemadura parcial en las hojas y una muy significativa disminución de la capacidad fotosintética de la planta completa. Entonces, disminuye el área foliar y se producen defoliaciones abruptas en plena floración, lo que implica caídas de frutos recién cuajados o caídas de frutos muy acentuadas en mitad de la temporada y problemas de calibre. La capacidad productiva de la planta se puede reducir en un 50%, dependiendo de los niveles de salinidad al inicio de la temporada y de las características de los iones acumulados en el suelo.

El lavado de sales

Una alternativa para enfrentar los efectos de las sales en los suelos es llevar a cabo riegos de lavados.

Para esto es fundamental conocer la calidad del agua con la que se va a regar, así como su cambio de concentración y la naturaleza de las sales presentes a lo largo del año. Así, por ejemplo, en los ríos de la zona central, un aumento de los caudales por lluvias de invierno o deshielos de verano provoca una apreciable dilución de las sales.

Por otra parte, no es posible lavar sales acumuladas en el suelo si la concentración de estas en el agua de riego es mayor que la concentración de sales en el suelo.

La otra opción que ayuda a combatir la salinidad de los suelos son los lavados naturales, a través de las lluvias en el periodo otoño-invierno, cuando las plantas de hoja caduca están en receso invernal o en proceso de maduración de la fruta; y las de hoja persistente en inducción floral.

Hasta hace unos años, las pluviometrías consideradas normales (sobre 350 mm) eran suficientes para un lavado natural de las sales. Sin embargo, la reducción de las lluvias en los últimos cuatro años en la zona central ha llevado a que las sales acumuladas por aporte de aguas de riego no se hayan lavado.

Las aguas de lluvias, prácticamente libres de sales, pueden contribuir a mejorar parcialmente la eficacia del riego de lavado, siempre y cuando este último se realice entre 24 y 72 horas después de las precipitaciones.

En cambio, un evento de baja intensidad de lluvias, podría incluso intensificar los potenciales daños de sales acumuladas en el suelo, en el caso de que no se realice ninguna acción de riego de lavado.

El movimiento de sales en el suelo funciona por gradiente de concentración, por lo que si se produce un evento de lluvias, por ejemplo, de 30 mm que tiene la capacidad de penetrar en el perfil del suelo a unos 30 cm de profundidad, sería esperable que la concentración de sales en la estrata superior (0 a 30 cm) sea más baja si se compara con la concentración de una estrata profunda de 30-60 cm de profundidad. Considerando que la mayoría de los frutales concentra sus raíces finas absorbentes en la estrata superficial se producirá inevitablemente -de no mediar un riego de lavado- un ascenso de las sales profundas hacia la estrata superficial, lo que en el transcurso de las próximas tres o cuatro semanas quedará en evidencia en un gran “quemado” de follaje por sales, acusado por puntas de hojas necróticas o la apariencia de marchitez en el huerto.

Figura 1. Frutos cuajados creciendo en condiciones de salinidad. La aparente buena cuaja de la fruta será severamente afectada por la falta de fotoasimilados y nutrientes, debido al progresivo daño por sales en el follaje.

Figura 2. Severa defoliación que deja susceptible de aborto a frutos maduros prontos a ser cosechados, por severa debilidad del árbol. 10/2/2022.

Figura 3. Severo daño de hojas en huerto dañado por sales. Nótese que si bien la quemadura por cloruros afecta solo un 10% de la hoja, la toxicidad ha consumido los cloroplastos de la mayor parte de la hoja, dejando un área fotosintéticamente activa menor al 10% del total de la hoja. Los frutos cuajados quedan expuestos y son susceptibles de abortos en verano u otoño. 10/2/2022.

Monitoreo y estrategias de control

Ante esta situación, es importante que los productores dispongan de tecnologías que les ayuden a hacer un mejor monitoreo de la situación y productos que aminoren los efectos de la salinidad.

Actualmente existen sensores de humedad y salinidad que permiten monitorear el comportamiento de la conductividad eléctrica en diferentes estratos del suelo y verificar tempranamente que un evento de lluvias provocará efectivamente un cambio de la conductividad eléctrica en determinados puntos del perfil del suelo.

De esta forma, el riego de lavado aplicado previo a inminente o justo posterior al evento de lluvias logrará regular oportunamente la conductividad eléctrica en niveles inferiores a los que se observaron previos a las precipitaciones (Figura 4).

Figura 4. La CE observada en el suelo en abril de 2022 alcanzaba a 2,7 dS/m. En el evento de riego del 20 de junio (flecha amarilla) acoplado a la lluvia 24 mm del 23 de Junio (flecha azul) y el riego de lavado posterior del 26 de Junio se logra descender abruptamente la CE hasta 1,9 dS/m el 7 de Julio. Una vez producido el siguiente evento de lluvias, la CE se ha reducido en un 26%. Cada peak indica riego.

De manera complementaria, aprovechando la eficacia de un riego de lavados que se ha acoplado a un evento de lluvias, se pueden incorporar enmiendas que contribuyan a mejorar algunos de los componentes de la salinidad que son más tóxicos para las plantas. Por ejemplo, la aplicación de yeso agrícola durante los meses de invierno, cuya solubilidad es de 2 g por litro de agua, permitirá bajar la concentración de sodio en las estratas superficiales, mejorando la permeabilidad del suelo para la temporada de riego y reduciendo la conductividad eléctrica del perfil por desplazamiento del sodio. A pesar de tener una solubilidad más baja que cualquier fertilizante, el yeso agrícola bien distribuido en la banda de riego se puede incorporar eficientemente con lluvias de 30 mm. El aporte del calcio proveniente del yeso al suelo quedará disponible para la nutrición de la planta a partir de la primavera, especialmente para la fruta recién cuajada que se beneficiará de este elemento para mejorar la condición de poscosecha. Además, mejorará la agregación de partículas del suelo y favorecerá la infiltración del mismo, disminuyendo escurrimientos.

Algunos bioestimulantes también pueden favorecer la tolerancia de la planta al estrés salino. Posterior al riego de lavado, se pueden hacer aplicaciones de algunos de estos productos en base a poliaminas, betaínas que pueden ser formuladas en extractos de algas y promotores de crecimiento en base a ácido salicílico (precursores de síntesis betaínas), que son sustancias reconocidas y absorbidas por la planta y que permiten proteger los tejidos vegetales del daño osmótico producido por las sales. Estos productos deben ser incoroporados cuando ya se ha controlado la concentración de sales en el perfil, para obtener una respuesta sinérgica ya sea por una óptima absorción por las raíces o una mejor respuesta del follaje reactivado post riego de lavado.

También existen otros grupos de bioestimulantes, basados en rizobacterias promotoras de crecimiento de las plantas, como las formulaciones del género Bacillus, que han sido aislados en paltos y actualmente están siendo reconocidos como promotores del crecimiento de las raíces, incluso en condiciones de alta concentración de sales.


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