El balance microbiano de la rizosfera —zona donde interactúan las raíces con los microorganismos del suelo— es fundamental para cualquier producción hortofrutícola, debido a que este factor permite el equilibrio entre los microorganismos que generan sustancias oxidativas y aquellos que metabolizan elementos antioxidantes.
Esta igualdad de fuerzas es de gran ayuda para la planta, ya que así se evita que los organismos oxidativos tomen control del suelo y generen daños como ataques vasculares a los cultivos y enfermedades fúngicas al sistema radicular.
Si se logra este balance, el organismo vegetal obtendrá diversos beneficios como: convertir las sustancias orgánicas del suelo en nutrientes de forma más rápida y eficiente, asegurar el reciclaje de dichos nutrientes, formar agregados de suelo estables lo que mejora la capacidad física del terreno, entre otras ventajas.
Un suelo en equilibrio
Alcanzar este balance no es una tarea sencilla.
Lo básico es aplicar una microbiota selectiva y efectiva de microorganismos benéficos.
Selectiva: Implica que, con ayuda de un asesor, se debe determinar cuáles son los mejores microorganismos que se deben aplicar en las especies, suelos y programas con los que se esté trabajando, qué nivel de tolerancia y resistencia presentarán a los programas de fertilización y si se relacionarán con otros microorganismos presentes en el suelo.
De no realizar dicha comprobación, y asegurarnos que son microorganismos testeados bajo condiciones de agricultura intensiva, gran parte de los microorganismos aplicados desaparecerán tras la primera fertilización o aplicación química. O, si son incompatibles entre sí, podrían competir entre ellos y no tener ningún efecto beneficioso sobre la condición o productividad del cultivo.
Por ejemplo, el uso simultáneo de microorganismos antagónicos, como son los hongos formadores de micorrizas (HMA) y las Trichodermas, no brindarán el beneficio que se pretende aportar al cultivo, ya que entrarán en competencia, eliminando la trichoderma al HMA, evitando que este se asocie o interactúe con la raíz de la planta.
Efectiva: Radica en que estos deben entregarle un valor añadido al cultivo, algo diferenciador, como por ejemplo mejor retención de humedad o mayor resistencia a plagas y enfermedades.
Desde Symborg sugerimos aplicar el Modelo Integral Microbiano (MIM) que consiste en el uso secuencial de distintos tipos de microorganismos simbióticos, asociativos y de vida libre, seleccionados y de probada eficacia en la bioestimulación radicular y complementaria del sistema rizosférico.
Esto permitirá, por ejemplo, si se utiliza un HMA eficiente —eso implica utilizar hongos formadores de micorrizas que sean capaces de productor abundante de micelio extramátrico que corresponden a los filamentos con el que los hongos pueden explorar el suelo—, generarán una relación simbiótica efectiva con la planta al intercambiar nutrientes y agua a expensas de azúcares provenientes de la actividad fotosintética.
Sin embargo, si la especie de HMA es ineficiente y produce una baja cantidad de micelio extramátrico, la planta no será capaz de intercambiar el agua y los nutrientes necesarios, lo que generará que el cultivo deba gastar una cantidad excesiva de energía para poder captar los elementos necesarios para su desarrollo.
La elección correcta
Tal como se ha mencionado, alcanzar una alta selectividad y eficiencia requiere que los microorganismos sean compatibles entre sí y con los programas agronómicos.
En este escenario, una de las mejores alternativas es trabajar con el bioestimulante para suelos Glomus iranicum var. tenuihypharum var. nov. (G.i. var tehuihypharum ), cepa que es capaz de generar más micelio, crear esporas pequeñas y externas (demanda muy poca energía a la planta), genera más glomalina, tolera muy bien los programas de fertilización agronómicos intensivos y es compatible con otros microorganismos beneficiosos.
Cepa de Glomus iranicum var. tenuihypharum var. nov. (G.i. var tehuihypharum) bajo el microscopio.Fuente: Symborg
De hecho, si se compara a G.i. var tehuihypharum con otros bioestimulantes como Rhizopaghus irregularis y Funneliformis mosseae las diferencias son claras:
Comparación del micelio extramátrico y glomalina entre tres especies de bioestimulante:
Especie
Micelio extramátrico (mg.kg-1 suelo)
Glomalina (mg.g-1 suelo)
G.i. var tehuihypharum
850.2 +- 19.9 a
467.2 +- 3.7 a
Rhizopaghus irregulari
232.3 +- 13.6 b
323.1 +- 3.4 b
Funneliformis mosseae
143.4 +- 17.8 c
133.0 +- 2.1 c
ES x
10.23***
6.4***
*** Indica que existe una diferencia estadísticamente relevante en los resultados que se comparan en la tabla.Fuente: Symborg
G.i. var tehuihypharum se ha puesto a prueba en lechuga de variedad Iceberg, donde queda demostrado que su aplicación permite que el cultivo optimice la absorción de nutrientes respecto al control y a los otros bioestimulantes Rhizopaghus irregularis y Funneliformis mosseae .
Aplicación de tres bioestimulantes en lechega de variedad Iceberg:
Lechuga de variedad Iceberg
N (g/100g)
P (g/100g)
K (g/100g)
Ca (g/100g)
Mn (mg/kg)
Fe (mg/kg)
Zn (mg/kg)
Funneliformis mosseae
2.2 b
0.12 b
5.9
2.3 c
130.2 b
322 b
23.4
Rhizopaghus irregulari
2.1 b
0.11 c
5.9
2.4 c
132.2 b
342 b
22.1
G.i. var tehuihypharum
2.9 a
0.14 a
6.5
3.2 a
167.4 a
750 a
34.2
Control
2.0 c
0.11 c
5.8
2.9 c
123.5 c
389 b
30.2
Fuente: Glomus iranicum var. tenuihypharum var. nov. strain and its use as biostimulant. European Patent Appplication No./Patent No. 13174708.1-1454. Proyecto Optimización de nutrientes y agua. CSIC-SYMBORG (2010-2013).
Fomentar la actividad biológica del suelo
Aplicar microbiota selectiva y efectiva al suelo es el primer paso para alcanzar una fuerte actividad biológica del suelo y hay que hacerlo conociendo la situación del cultivo y la mejor secuencia para ello.
Por ello, es fundamental inocular en el suelo un hongo formador de micorrizas, puesto que las sustancias exudadas por este organismo generarán actividad enzimática, ayudando a que el entorno favorezca al desarrollo y crecimiento de otros microorganismos benéficos. Esto, a su vez, ampliará la rizosfera de la planta.
Una vez hecho esto, se deberán inocular otros microorganismos benéficos como Trichodermas (bioestimularán y protegerán al cultivo), Bacilus (aportan bionutrición y bioprotección), entre otras alternativas.
Sin embargo, no basta con esto, no solo hay que construir, sino que hay que evitar destruir y para ello es necesario mantener el “suelo vivo” mediante la ejecución de prácticas agrícolas que sean lo más respetuosas con esta actividad biológica.
Por ello, es fundamental trabajar la parte física y química del suelo, incorporar materia orgánica, ajustar los programas de fertilización en función de las necesidades reales del cultivo y optar por herramientas como biofertilizantes, biocontroladores o bioestimulantes, de acuerdo con el cultivo y realidad de cada campo.
Se debe tomar en consideración que cada día existen más microorganismos capaces de aportar micro y macronutrientes de forma natural a las plantas, por lo que ya no es tan necesario acudir solamente a soluciones químicas para sacar adelante los cultivos.
Todo esto ayudará a mantener la vida microbiana en el suelo durante el mayor tiempo posible, haciendo de la agricultura una actividad rentable y sostenible, lo que permitirá seguir produciendo hoy y mañana.