El cambio climático está generando que muchas zonas agrícolas del mundo se vean perjudicadas por sus efectos. En algunos lugares de Europa, por ejemplo, el aumento de las temperaturas durante el verano, que pueden llegar a 40-50 °C, ha llevado a que muchos cultivos frutales sufran estrés, perjudicando su desarrollo y productividad.
Una de las alternativas que se han estudiado para contrarrestar esta situación es el uso de coberturas vegetales sobre las hileras de cultivo.
Por lo mismo, desde hace un tiempo, junto a mi equipo, estamos probando cinco alternativas de cultivo —ballica (rey grass), triticale, centeno híbrido, avena y un mix de cereales—, las cuales tienen distintas características. Nuestra idea es determinar, entre otras cosas, cuál es el cultivo capaz de producir mayor cantidad de materia verde y seca, que pueda generar mayores beneficios en distintos huertos frutales, ya sea de cerezos, nogales, avellanos europeos, arándanos o cítricos, entre otros.
Las pruebas se están realizando en Gimenells, un pueblo ubicado en la región de Cataluña, en España, que tiene varias similitudes con Chile, ya que es relativamente frío en invierno y muy seco en verano. De hecho, esta zona tiene suelos calcáreos, con una salinidad y alcalinidad muy alta, muy similares a los que muestra la zona norte.
Puros beneficios
El uso de coberturas vegetales genera solo beneficios para el huerto.
Primero, permiten hacer un adecuado control de las malezas en el huerto, lo que a su vez lleva a que se reduzca de forma importante el uso de herbicidas químicos, que en Europa cada vez tienen más restringida su utilización.
También sirven para mejorar la presencia de materia orgánica en el suelo y aumentar su infiltración. Esto, a su vez, llevará a que se reduzcan los problemas de escorrentía e irrigación durante el verano. De hecho, se logrará que el agua penetre a mayor profundidad y no se quede en los primeros centímetros de suelo.
El mulch generado por las coberturas vegetales, a su vez, permitirá que la humedad del suelo perdure más tiempo, ya que disminuirá la evaporación. Esto, en la práctica, significa que se hará un uso mucho más eficiente del agua en el huerto, lo que es un gran aporte si se considera la fuerte sequía que está afectando a buena parte de la zona agrícola de España, Francia y Chile.
Paralelamente, a través de estas coberturas vegetales, se beneficiará el desarrollo de microorganismos benéficos que servirán para mantener controlado a los agentes patógenos que puedan atacar las raíces de las plantas. De hecho, el triticale, la avena y las gramíneas, son especies que ayudan a cortar el ciclo de algunos hongos patógenos del suelo.
Las coberturas, además, ayudarán a disminuir las concentraciones de sales y metales pesados en el suelo, ya que absorberán parte de estos elementos.
Todo esto redundará en que el frutal tenga un mejor desarrollo productivo, sobre todo en condiciones complejas, como las que en muchos lugares está generando el cambio climático.
El proceso
Pero, ¿cómo se consiguen estas coberturas?
La idea es producirlas en el mismo huerto, más específicamente en la entre hilera.
Para ello, se debe comenzar haciendo una siembra en la entre hilera —idealmente en mayo, en el caso de Chile—, a través del uso de maquinaria de cero labranza, es decir, sin rastrar ni intervenir el suelo de ninguna forma.
Posteriormente, el cultivo que crezca debe ser cortado con maquinaria especial y dejado en la misma entre hilera para que se seque. La idea es que, en esta etapa, el productor haga distintas mediciones tanto en el material obtenido como en el huerto. Así, por ejemplo, se debería determinar la cantidad de materia seca del cultivo obtenido y la temperatura del suelo en el que se pretende incorporar el material, entre otras cosas.
Luego, el material obtenido debe ser incorporado a la hilera del frutal principal como si fuera mulch. Todo esto se hace en cuestión de días, es un proceso muy corto.