La pandemia de coronavirus ha amenazado la estabilidad de una serie de rubros agrícolas y, si bien el área ganadera todavía no se ha visto tan afectada, es necesario que los productores tomen una serie de consideraciones para prepararse ante el incierto escenario que tenemos por delante, sobre todo, pensando en el invierno que se acerca.
Esto, porque es cuestión de tiempo para que algunos de los insumos utilizados en la alimentación de los rumiantes, como son la harinilla de trigo y el orujo de cebada, vean disminuida su cantidad debido a que serán redistribuidas para la alimentación humana.
A estos hay que sumar que todos los insumos importados como el afrecho de soya, soya boliviana, afrecho de maravilla y maíz, entre otros, verán una baja en sus existencias producto del alza del dólar que causará un aumento en el precio de estos productos, impactando directamente en la rentabilidad del negocio.
Conociendo las necesidades del ganado
En este contexto, es aconsejable que los ganaderos comiencen desde ya a realizar un balance de cuántos animales se podrán mantener en un buen estado durante el período invernal, tomando en cuenta la cantidad de forraje disponible.
Tal balance deberá considerar los requerimientos de los animales según raza (carne o leche), edad, nivel productivo, etapa del momento productivo (lactancia, engorda, crianza), temperatura ambiental, infraestructura y tipo de sistema productivo (pastoreo, estabulado o mixto).
Por regla general, los requerimientos básicos del ganado apuntan a satisfacer los niveles de materia seca consumida, cantidad de proteínas, energía, minerales, aminoácidos y fibra, aunque también sería útil medir la hemicelulosa, celulosa y lignina en toda la parte fibrosa del forraje, proceso que se conoce como Fibra Detergente Neutro (FDN).
A modo de ejemplo, un novillo de 400 kilos necesita alrededor de 10 kilos de materia seca diaria y, en el caso de una vaca lechera de 600 kilos y 35 litros de producción diaria, su requerimiento es cercano a los 25 kilos de materia seca diaria. Y dentro de dicha materia seca se correlacionan todos los nutrientes antes descritos.
Una vez que se sepan las necesidades alimenticias de los animales, que deberán ser obtenidas por cada sistema productivo, será necesario determinar la mejor forma de cubrirlos con el aporte del forraje disponible.
Este proceso, idealmente, debe ser llevado a cabo por el productor y un asesor, lo que permitirá llegar a un consenso entre lo que los animales requieren y el alimento disponible. De esta forma, se podrá decidir si será necesario comprar más insumos y/o disminuir la masa ganadera.
Uso de suplementos
Si el productor ve que para el invierno estará en una situación crítica al tener una disponibilidad baja o nula de sus praderas, lo que es plausible si pensamos en la sequía por la que atraviesa el país, será necesario recurrir a insumos suplementarios como fardos de alfalfa, fardos de ballica, ensilaje de maíz, ensilaje de praderas, bolos de pradera y bolos de alfalfa, que deberán comenzar a ser adquiridos prontamente.
Junto con esto, y para evitar que los animales pierdan condición corporal y peso, será necesario adicionar vitaminas liposolubles (ADE), minerales para mejorar la inmunidad, levaduras, enzimas (celulasas y xilanasas), absorbentes de micotoxinas y otras tecnologías nutricionales, lo que ayudará a mejorar la digestibilidad de los forrajes que se entreguen.
Esto ayudará a que el animal mantenga su ecosistema ruminal en buen estado y aproveche al máximo los recursos nutricionales que se puedan brindar.
Sin embargo, si incluso con estas medidas no llega a ser suficiente, el productor deberá disminuir su masa ganadera hasta que los insumos disponibles sean capaces de satisfacer las necesidades alimenticias de los animales. Esto, porque siempre se debe priorizar el bienestar animal y la cobertura total de sus requerimientos básicos.