Chile registra la mayor superficie de arándanos de Sudamérica y la segunda a nivel mundial, con 14.800 hectáreas aproximadamente. Pero eso no es todo: Con una producción que se acerca a las 95.000 toneladas, nuestro país se posiciona como el segundo productor mundial, orientando casi la totalidad de su fruta a mercados externos. Esto, a la vez, lo ha situado como el segundo exportador de arándanos frescos a nivel mundial, con cerca de 70.000 toneladas anuales, siendo superado en la actualidad sólo por Canadá.
El 75% de las exportaciones chilenas de arándano fresco es comercializado en Estados Unidos, aunque en los últimos años ha habido una creciente participación de mercados como el europeo y el asiático. Pero en la última década no sólo han crecido los envíos de arándanos frescos, sino que también las exportaciones de arándanos congelados, de jugos y deshidratados en base a este frutal.
La superficie mundial cultivada con arándanos de arbusto alto es cercana a 85.000 hectáreas, con lo que se llega a una producción mayor a las 380.000 toneladas, volumen que es mayoritariamente transado en los mercados internacionales. Cabe destacar que el 45% de la superficie y el 55% de la producción mundial son aportadas por Estados Unidos, país que, además, es el mayor consumidor de esta fruta. Esto, a su vez, lo lleva a tener que complementar su demanda doméstica con altas importaciones.
Ciclo de crecimiento y desarrollo del arándano en el sur de Chile
El arándano se introdujo a Chile a principios de la década del 80, debido a la creciente demanda de nuevos cultivos que se adaptaran a las distintas condiciones climáticas del país y a la necesidad de aumentar las exportaciones con especies que generaran mayor rentabilidad.
El arbusto, en general, presenta un ciclo anual de crecimiento en el que se alternan un período de dormancia, en otoño-invierno, y uno de crecimiento activo, en primavera-verano. En la medida que el fotoperiodo y las temperaturas disminuyen en el otoño, los arbustos entran en dormancia. Subsecuentemente, requieren de una cierta acumulación de horas frío durante el invierno para reasumir un crecimiento normal durante la siguiente primavera.
Los brotes emergen en primavera, principalmente desde yemas vegetativas simples, formadas en la temporada anterior, aunque también pueden originarse desde yemas dormantes, ubicadas cerca de la base de las cañas de mayor edad (por ejemplo, luego de una poda intensa). La brotación de las yemas vegetativas ocurre 1-2 semanas antes de la floración, aunque su desarrollo procede a una tasa más lenta que la de las yemas florales.
El crecimiento de los brotes, que se extiende hasta mediados del verano, se caracteriza por ser en zig-zag o irregular y episódico, siendo acompañado de un número variable de abortos apicales. Cada aborto apical, denominado “punta negra”, finaliza un período o flujo de crecimiento de un brote individual, el que puede presentar uno o más flujos, dependiendo de la variedad, el vigor del brote y las condiciones ambientales.
Cabe destacar que la información presentada en este artículo se sistematiza en el “Manual de Fertilización de Arándanos Cultivados en el Sur de Chile”, desarrollado en el marco del Proyecto FIA-UACh “Servicio de diagnóstico y control de la fertilización en arándanos cultivados en suelos volcánicos del Sur de Chile”, el cual fue ejecutado por la Universidad Austral de Chile (UACh) y dirigido por el Dr. Dante Pinochet de la UACh.
Modelo de intervención en el huerto
Para intervenir un huerto de arándanos, se debe realizar un adecuado diagnóstico productivo y nutricional del mismo, para lo cual resulta fundamental analizar los registros históricos de rendimientos, en el contexto del nivel tecnológico del productor (sistema riego, control de heladas, poda), de las limitaciones climáticas y/o edáficas, y cualquier otra limitante del agroecosistema (incidencia de plagas y/o enfermedades).
Además, es necesario recopilar y estudiar los registros productivos, análisis químicos y físicos del suelo, análisis foliares e historiales de aplicaciones de fertilizantes y enmiendas, entre otros, con el fin de identificar el problema productivo.
Si identificamos un problema de tipo “nutricional”, el segundo paso de la intervención será diseñar una estrategia de fertilización ajustada a las condiciones particulares del huerto y sus cuarteles. Para ello se debe considerar el tipo de suelo, el suministro de nutrientes que hay en él, el rendimiento posible de alcanzar de acuerdo a la edad productiva y variedad de las plantas de cada cuartel y el nivel tecnológico del huerto.
A continuación se presenta un esquema del modelo de intervención de un huerto frutal para la resolución de un problema nutricional:
Fuente: Proyecto FIA PYT 2009-0080, “Manual de Fertilización de Arándanos Cultivados en el Sur de Chile”, 2014.
Por último, se debe generar un plan de control de la intervención que permita evaluar su efecto en el estado nutricional de los cuarteles (análisis foliar) y en el rendimiento y calidad de fruta producida. Los resultados de este plan de control indicarán si la estrategia de intervención debe mantenerse o modificarse en una siguiente temporada.
El cumplimiento de estas etapas permitirá responder al problema nutricional particular de cada sitio (fertilización de precisión) en forma ordenada y racional, a través de una fertilización de corrección y/o de mantención diseñada “a la medida”. De igual forma, permitirá llevar a cabo una evaluación objetiva de la calidad de intervención que guiará las futuras modificaciones de la misma.
Más información en http://www.agriismart.com/wp-content/uploads/2015/04/Manual-Ar%C3%A1ndanos.pdf