Los purines, definidos como la suma de materia fecal más restos de cama que se mezclan con el agua lluvia y la proveniente de los procesos de limpieza de las zonas de ordeña o patios de espera, usualmente son usados como fertilizantes en suelo agrícola.
Sin embargo, una desventaja de este manejo es que el purín puede representar un importante fuente de patógenos, entre otros de Mycobacterium avium subsp paratuberculosis, tradicionalmente conocido como M. paratuberculosis —agente causal de Paratuberculosis o Enfermedad de Johne— que afecta principalmente a rumiantes domésticos y silvestres. Además, en el último tiempo se ha asociado este agente bacteriano a un cuadro que en humanos se llama Enfermedad de Chron.
Esta bacteria posee una gran resistencia a diversas condiciones ambientales pudiendo sobrevivir por períodos prolongados en el ambiente, lo que favorece la probabilidad de infección a los individuos susceptibles.
Por ello, la evaluación de tratamientos para intentar un control de bacteria en purín bovino de lechería ha sido motivo de estudio por parte de investigadores del INIA Remehue y del Instituto de Bioquímica y Microbiología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile. Hasta la fecha, se tienen resultados preliminares de lo anterior y se está ad portas de contar con evidencia más concreta.
Tras un par años de estudio y algunos proyectos hemos visto que efectivamente la bacteria está en el purín, que viaja de forma diferente a otras bacterias en el perfil y superficie del suelo agrícola, explicado por su composición bacteriológica única. La presencia de la bacteria en purín está estrechamente asociada con la tasa de infección del rebaño generador del purín. Además, como sabemos, M. paratuberculosis es poderosamente resistente a desinfectantes, a agentes químicos, físicos y a las condiciones ambientales, etc. Puede estar un año en el ambiente sin que le pase nada. Entonces ahí nació la necesidad de evaluar tratamientos que pudieran disminuir la tasa de sobrevivencia en el purín y en el ambiente.
Este es el tercer año de estudio de una serie de tratamientos para este fin. Por antecedentes bibliográficos, se ha visto que los más efectivos son los físicos en base a calor, como el compostaje o la generación de biogases. El problema es que su costo es muy elevado y por lo tanto no sería recomendable para los productores locales. Por ello, los especialistas decidieron analizar los tratamientos químicos que pudieran ser aplicables al purín, especialmente bajo las condiciones de almacenamiento en el sur de Chile.
Se evaluó qué productos químicos podrían ser más prácticos, baratos, de fácil acceso y que estuvieran a disposición de los productores. Se analizaron productos ácidos y alcalinos, siendo estos últimos preliminarmente los más efectivos. Paralelamente, se ve que la bacteria posee estrategias de escape frente a este tipo de tratamiento. Todavía no estamos recomendando nada. Mientras no esté 100% aprobado no lo haremos.
En ese sentido, si un agricultor quisiera ocupar los productos químicos para tratar el purín antes de aplicarlo a la tierra, debiera seguir un manual de uso, el que se pretende realizar al finalizar el proyecto. No es fácil, una cosa es in vitro y otra con guitarra. Los purines son piscinas enormes, de gran volumen, y manejar eso en términos prácticos es difícil. De momento, se tiene claro que la tasa de sobrevivencia de la bacteria disminuiría considerablemente aumentando el pH del material, pero la tasa de recomendación en cuanto a las dosis aún no se puede entregar.
Ahora, lo que el productor debiera hacer primero para prevenir la presencia de la bacteria, es contar con un ganado libre de la infección, así no habría contaminación de este material con esta bacteria. Sin embargo, si un rebaño bovino tiene tasas de infecciones altas, debería resguardar el uso y la diseminación del material altamente contaminado, lo que se relaciona con el manejo de riego y la bioseguridad. Sin embargo, la idea es que a partir de este proyecto podamos diseñar un sistema de tratamiento que sea práctico de aplicar y disminuya aun más la probabilidad de diseminar la infección.
El nuevo tratamiento serviría de forma preventiva, ya que en este caso es siempre el huevo primero que la gallina. Así, nunca se tendrá un purín contaminado si es que no hay previamente un rebaño infectado. Con una baja tasa de infección, se disminuirá la probabilidad de diseminación de ésta y por tanto se hará un control más efectivo, en cambio, si una alta proporción de rebaño está infectado el purín también estará altamente contaminado.
De esta forma, sería recomendable para cuando hay un grado de infección alto sea necesario evaluar estrategias de control de diseminación de la infección a partir de la distribución del purín, las que se están desarrollando.
Existe esta problemática, ésta es la solución que creemos va por este camino. Poseemos resultados preliminares y estamos ad portas de resultados más concretos, pero se debe tener cuidado de buscar sólo la ‘panacea’ y no preocuparnos del tema de fondo como es el estatus de infección del rebaño, como tampoco del impacto medioambiental que estos tratamientos químicos pudieran tener.