Las propiedades del suelo presentan distintos grados de variabilidad, tanto espacial como temporalmente. La variabilidad espacial es resultante de dos componentes: los factores (material parental, clima, organismos, topografía y tiempo) y procesos de formación (transformaciones, adiciones, remociones y translocaciones de materia y energía) y del manejo al cual se somete el suelo.
El reconocimiento de la importancia de esta variabilidad es fundamental para realizar prácticas de manejo que apunten a hacer un uso más eficiente de los recursos disponibles, como agua y nutrientes, y con menor impacto ambiental. En función de la escala de observación, la escala de aplicación de la variabilidad espacial va a ser diferente para un reconocimiento de suelos a nivel predial, para separar potreros, o bien, a nivel de cuenca, en que el grado de detalle y aplicación del estudio tiene un enfoque más bien ecológico. Es por ello que la metodología utilizada para conducir un estudio tiene que ser concordante con el tipo de evaluación y objetivo del reconocimiento.
Así como las propiedades del suelo varían en el espacio, también lo hacen temporalmente. Este tipo de variabilidad es aún menos considerada al realizar diferentes tipos de manejo, que pueden ser claves en la sustentabilidad del recurso suelo. Por ejemplo, no es lo mismo, desde el punto de vista de la calidad del suelo, realizar labores agrícolas con el suelo seco que con un contenido cercano a saturación. El impacto de estas labores se reflejará en forma muy distinta en el sistema poroso, la estructuración, etc. Otro ejemplo sería la época en que se realiza un análisis químico de suelos, ya que si el objetivo es conocer el nivel de nitrógeno o azufre, la época de muestreo del suelo es clave, ya que el contenido de estos nutrientes es muy dependiente de las condiciones ambientales, por lo cual si se necesita saber el contenido de N en primavera, no servirá un análisis realizado en el verano anterior.
Es sabido que realizar estudios detallados de reconocimiento de suelos, resulta muchas veces impracticable, ya sea por el costo que eso implica, o bien por dificultades técnicas, de acceso, etc. Los agricultores muchas veces están conscientes de la variabilidad que poseen sus suelos, sin embargo, les resulta imposible realizar estudios acabados para definir in situ esta variabilidad, principalmente debido al costo económico que ello implica.
En la actualidad, en el Instituto de Ingeniería Agraria y Suelos (IIAS) de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile se están realizando estudios, financiados por el proyecto DID-UACH, que apuntan a definir esta variabilidad con herramientas más sencillas y de menor costo. Resultados preliminares de este proyecto muestran que las variables como el aluminio extractable y el pH en fluoruro de sodio (NaF) son buenas herramientas para definir diferentes sectores dentro de una misma serie de suelos. Esto ha sido validado en diferentes suelos de la Región de la Araucanía, de Los Ríos y de Los Lagos. La idea final es poder implementar este tipo de análisis para que los agricultores puedan definir sectores dentro de sus predios y así hacer un uso más eficiente de los recursos que poseen.
Por otro lado, la evaluación de la calidad de los suelos es un tema de absoluta preocupación para nuestro Instituto, ya que en la actualidad hay varios proyectos entre los investigadores del IIAS que se están realizando para poder dar a conocer herramientas prácticas a los agricultores que apunten a tener estándares de calidad de los parámetros de los suelos.
La mayor parte (60%) de los suelos de uso silvoagropecuario en nuestro país proviene de materiales volcánicos. Los llamados suelos trumaos y ñadis (Andisoles) y rojo-pardo arcillosos (Ultisoles) poseen una serie de características únicas que los diferencian de suelos provenientes de otros materiales, y aunque representan a menos del 1% de los suelos en el mundo, son altamente productivos. Entre estas propiedades únicas, están su baja densidad aparente (< 0.9 g cm-3), alta retención de P (> 85%), altos contenidos de materia orgánica (> 10%), Fe y Al.
Gran parte de la información de evaluación de calidad de suelos en el mundo proviene de suelos no volcánicos, por lo cual los valores de sus parámetros no son coincidentes con los valores de estas propiedades en suelos Andisoles. Un ejemplo es la densidad aparente, donde valores de este parámetro por sobre 1.6 g cm-3 presentan serios problemas para el crecimiento radical de los cultivos. Sin embargo, en nuestros suelos encontramos valores mucho menores, 0.3-0.75 g cm-3, los cuales distan por mucho al valor crítico anterior, por lo tanto se hace imprescindible obtener rangos de valores y umbrales críticos de los parámetros del suelo, que nos digan si el suelo ha perdido o no calidad, en términos de su funcionalidad, es decir, en capacidad de almacenar y conducir agua, nutrientes, filtro de contaminantes, etc.
El proyecto Fondecyt de Iniciación (11110238), que se está llevando a cabo en el IIAS apunta a dar respuestas a la falta de valores comparativos respecto a la calidad de suelos. La idea finalmente es poder dar a los agricultores estas herramientas de evaluación, con las cuales puedan analizar si el suelo utilizado por cultivos, praderas o bosque ha perdido, ganado o mantenido su calidad en el tiempo.