En términos generales, y aun cuando la importancia que reviste el progreso genético en el desarrollo de los negocios agropecuarios es evidente, uno podría afirmar que ésta ha sido una materia prácticamente ausente en el manejo de los sistemas bovinos y ovinos de carne.
El mejoramiento: genético es una de las herramientas más potentes para impulsar el desarrollo competitivo de la producción de carne bovina y ovina
Así, al hablar de mejoramiento genético en este sector, quedan tres sensaciones: la primera que se trata de una entelequia científica propia de las aulas académicas e infinitamente lejana de la mayoría de los productores; la segunda que corresponde a una actividad externa y distinta a los sistemas de producción de carne, al que tienen acceso sólo unos pocos que se pueden permitir esos lujos; y tercero que su desarrollo responde a un negocio entre privados, en el que al Estado no le compete función alguna.
En síntesis, el mejoramiento genético no ha sido considerado, como lo son la alimentación, la sanidad y/o la reproducción, como un aspecto de gestión central en el desarrollo competitivo de la actividad, ni forma parte de las políticas públicas orientadas a impulsar el desarrollo competitivo de la ganadería de carne. Ciertamente una omisión grave y urgente de subsanar.
Es más para muchos al leer este artículo les resultará curioso que no sea un genetista el que escribe, dado el arraigado mito que éste es un tema reservado para ellos y que nadie más califica para reflexionar sobre el particular.
En razón de lo anterior, me parece del todo interesante dar cuenta de dos iniciativas que en esta materia se están desarrollando en nuestro país.
La primera en bovinos, financiada por INDAP y ejecutada por La Universidad Austral; la segunda en ovinos de financiada por el Gobierno Regional del Maule y ejecutada por el Escuela de Medicina Veterinaria de la UST-TALCA, ambas apoyadas técnicamente por la Fundación Chileno-Francesa Gustavo Mondion y los organismos de selección franceses. Se trata del diseño, validación y puesta en marcha de un esquema de selección basado en la experiencia francesa de más de 50 años, y que ha puesto a ese país a la vanguardia mundial en estas materias.
Desde un punto de vista conceptual, este esquema consiste fundamentalmente en optimizar el patrimonio genético local en función de las características y restricciones ambientales, con el objeto de ofrecer al mercado los productos que demanda.
A diferencia de otras aproximaciones, en este caso no se busca el mejoramiento genético a través de la introducción de germoplasma externo a los sistemas, sino que, es una dinámica de mejoras continua sobre la base de la adaptación natural de las especies a su entorno.
Se basa en una definición de raza como un conjunto de individuos de fenotipo común adaptados a un territorio, que reproducen en forma homogénea sus características, y como tal representan un valor en tres dimensiones: primero, como expresión del patrimonio zoogenético productivo de un territorio, siempre necesario de preservar y proteger; segundo como una herramienta de producción posible de adecuar y mejorar continuamente; y tercero como una herramienta de gestión del territorio, que contribuye a la valorización de éste.
50 años atrás los franceses implantaron un esquema de selección que optimiza el patrimonio genético local, según las características y restricciones ambientales
Desde esta perspectiva las razas en el territorio constituyen un bien privado, al mismo tiempo que el patrimonio genético que representan se constituye en un bien público, que genera un conjunto de externalidades positivas tanto para los ganaderos como para la comunidad en su conjunto, contribuyendo a la valorización del territorio a través de la generación de dinámicas económicas y sociales asociadas directa o indirectamente con la existencia de sistemas ganaderos abiertos.
Es por esto que el mejoramiento genético bajo este esquema se entiende como una función tanto privada como pública y requiere del concurso de los productores y sus organizaciones, así como del apoyo del Estado, para alcanzar sus objetivos de productividad, competitividad y desarrollo.
De un punto de vista operacional se construye como un esquema de selección abierto, al que cualquier ganadero puede acceder en la medida que esté disponible a cumplir con un protocolo de manejo. Ello elimina barreras de tamaño de las explotaciones y el número de individuos de una raza, lo que permite democratizar el acceso a la genética y rompe la dependencia de insumos externos para impulsar su mejoramiento.
Busca potenciar las habilidades maternales como el valor lechero y la prolificidad, como expresión de la rusticidad de la raza; generando una espiral de progreso genético orientado a través de cruzamientos razonado. Utiliza para ello reproductores evaluados y seleccionados en estación (machos) y en los planteles de los propios ganaderos (hembras). Privilegia la vía macho para amplificar el efecto de mejoramiento deseado, ya sea a través de monta natural, o bien mediante el uso de IA (fresco/congelado) u otras biotecnologías reproductivas, lo que además facilita la realización de pruebas de progenie.
En términos de costos no demanda de grandes inversiones, en general su implementación se resuelve con tecnologías blandas (capacitación y asistencia técnica); sistemas de identificación individual y de recolección y procesamiento de datos. La única inversión importante es la de la edificación de un establecimiento para el funcionamiento de una estación de evaluación de rendimiento propio para machos, el resto del proceso ocurre en los planteles de los propios ganaderos.
En nuestro país en la actualidad bajo este esquema se han validado dos propuestas, una en la Región de la Araucanía con un grupo de aproximadamente 70 productores de las comunas de Curacautín, Cunco y Vilcún, que trabajan con las razas Normando y Clavel. Otra en la región del Maule con 23 productores de ovinos de raza Suffolk en la zona del secano interior entre Parral y Retiro. Tanto en el caso de bovinos como de ovinos se trata de razas establecidas en los territorios y adaptadas a las condiciones de esas zonas.
El esquema de selección propuesto ha contado con la activa participación de los productores en el proceso de captura de registros, los que consideran además de datos de filiación, los pesos de los animales al nacimiento y destete (bovinos) y 30 y 60 días (ovinos); la evaluación de la condición de nacimiento y la evaluación de los animales a través de un sistema de puntajes fenotípicos objetivo.
Ello ha permitido objetivizar la consideración de parámetros fenotípicos relacionados con características productivas y de funcionalidad, según especie y raza. El conjunto de esta información, más la necesaria para considerar la influencia del ambiente así como evitar la consanguinidad, fue evaluada a través de métodos de análisis genéticos cuantitativos, generando la construcción de índices sintéticos para la selección.
70 productores de La Araucanía ya emplean el esquema francés y trabajan con razas Normando y Clavel. Además de otros 23 productores ovinos Suffolk en el Maule.
Los machos seleccionados por especie y raza, fueron sometidos a protocolos sanitarios y evaluados por comisiones de selección formada por productores participantes del programa, descartándose a aquellos ejemplares que no fueran fieles representantes de los objetivos que los ganaderos persiguen para cada especie y raza.
De este proceso ha resultado la selección de 17 terneros por cada raza y 23 carnerillos, los que fueron llevados a las respectivas “Estaciones de Evaluación”, donde se realizaron evaluaciones de rendimiento propio y puntaje fenotípico.
A la fecha, los ejemplares evaluados se encuentran disponibles para iniciar los respectivos procesos reproductivos, los que se llevarán a efecto en los predios de los ganaderos participantes a través de esquemas de cruzamiento razonados, basados en el conocimiento disponible que hoy se tiene sobre las hembras de cada plantel. De este modo se asegura que el material genético seleccionado se exprese en las próximas generaciones y a partir de ello se engarce un nuevo proceso de evaluación y selección que permitirá ir ascendiendo en una espiral de progreso genético deseado.
Si bien en ambos casos los resultados obtenidos a la fecha dan cuenta de la validación y puesta a punto del esquema de selección, sin duda que tanto por el número de ejemplares de cada raza hoy en día involucrados en el proceso, así como por el corto tiempo de desarrollo de los respectivos proyectos, es prematuro esperar impactos importantes.
Sin embargo, la evidencia muestra que la acumulación en el mediano plazo de ciclos sucesivos, junto al aumento del número de ejemplares y de ganaderos a los esquemas de selección, mejoran significativamente la productividad de los rebaños, con saltos muy evidentes en las primeras etapas y una progresiva moderación de ellos en la medida que los resultados se acerquen a los óptimos esperables.
Si esto es así, resulta entonces clave para impulsar el desarrollo competitivo de la ganadería de carne, mantener operativos estos esquemas de selección y fomentar su adopción masiva entre los pequeños y medianos ganaderos, tarea en la que el Estado a través de su sistema de fomento productivo tiene un rol relevante que cumplir.