Señor Director:

La columna donde imputaba “la responsabilidad de quienes ejercieron el control de la Convención en desatar la resaca conservadora” ha merecido comentarios de Ricardo Brodsky y Manuel Riesco, lo que agradezco. No me resisto, sin embargo, de hacer algunos alcances.

Ricardo acusa a la izquierda concertacionista de una “rendición incondicional frente al maximalismo”, y al gobierno actual, de “eludir una autocrítica”. Creo que exagera. Respecto de lo primero olvida que, aunque tímida y tardíamente, poco antes del plebiscito se logró el compromiso de “aprobar para reformar”, el cual dejaba de manifiesto un apoyo no incondicional al texto propuesto. Como bien ha indicado Claudio Fuentes en un reciente libro, “un plebiscito que teóricamente era dicotómico (Apruebo versus Rechazo) se transformaría en el discurso político en un debate de cuatro opciones: aprobar, aprobar para reformar, rechazar para hacer una nueva Constitución y rechazar”.

Respecto de lo segundo, pasa injustamente por alto la autocrítica envuelta en los cambios que introdujo el Presidente Boric en la composición y orientación de su gobierno tras el 4-S, así como en su llamado al Partido Republicano, luego de su triunfo del 7-M, “a no cometer el mismo error que cometimos nosotros”.

Manuel Riesco afirma que el triunfo del Rechazo no obedeció al maximalismo que imperó en la Convención ni a los “gustitos” que se dieron algunos convencionales: afirmarlo (como lo hacía en mi columna) sería como “achacar el 11 de septiembre de 1973 al ultraizquierdismo” (del cual, dice de paso, yo habría sido parte). A su juicio el Rechazo “fue al gobierno”, mas no por su radicalidad, sino “por su equivocada estrategia de seguir postergando las reformas cuya necesidad fue la causa del 18-O”, que lo ha llevado a “retroceder renunciando paso a paso” y a “seguir cocinando guisos del gusto de los abusadores”. Bajo este razonamiento —y siguiendo con su metáfora—, el golpe militar habría que endosarlo al Presidente Allende y a su angustiosa imploración a los partidos de la UP para que aceptaran moderar el programa de reformas, y no a quienes fuimos insensibles a su llamado y a las amenazas que él advertía para la paz civil y el orden democrático.

La carta de Riesco, lastimosamente, le da la razón a Brodsky en un punto: una parte de la izquierda aún está lejos de una autocrítica, pero ya no solo respecto del triunfo del Rechazo, sino también del triunfo golpista de 1973.

Eugenio Tironi